Perversión desmedida
- ¿Otra vez? – Vera ya ni me saludaba.
- Hola, Vera. Sí, ya ves, otra vez aquí.
- Estás mojada. – Afirmó extrañada.
- Sí, es que está lloviendo a cántaros... – Me di cuenta
entonces de que allí, como en la habitación del ascensor seis, no había ni una sola ventana.
- ¿Lloviendo? ¿Qué significa lloviendo?
Me quedé paralizada un momento, la sonreí suponiendo que se trataba de una broma y entré en el ascensor seis.
- ¡Nístrim! ¡Que sorpresa! Creímos que no volverías a visitarnos. Como te fuiste tan enfadada... – Para no
variar, la de la Humillación Sentimental tocando la moral.
- No tengo tiempo para aguantar tus ironías. Sabes muy bien el por qué de mi visita. ¡Lo sabéis todos!
- ¿Qué ocurre, Nístrim? – Me preguntó Hugo.
Esos tipos ya me estaban empezando a hartar, ya me estaban sacando de mis casillas.
- ¡Carol! ¡Carolina Merchán! ¿Os suena? ¡Vosotros intentasteis matarla! Vengo a que me deis respuestas. ¡Y las quiero ya!
La insoportable y prepotente mujer de la Humillación Sentimental se levantó de su asiento y se sentó sobre la mesa con una pose que pretendía ser provocativa. Yo no, señora, yo no caigo en esas vulgaridades, a mí no me vas a intimidar con ese comportamiento tan ruin.
La jovencita misteriosa que trató el tema del sexo también se levantó y se acercó a la otra.
No, por favor, no, escenas lésbicas, no.
- Por mí como si os ponéis a follar ahí mismo. Yo sólo quiero saber por qué le habéis hecho eso a Carol y no me iré de aquí sin saberlo.
Hugo se levantó lentamente, se acercó a mí y me dijo:
- No era nuestra intención, en un principio, hacerle daño, ya que supusimos que ella no elegiría una vida astral... Sin embargo ella eligió y nosotros sólo quisimos ayudarla. Afortunadamente recapacitó y se quedó con la vida terrenal.
El resto del grupo se había unido en una orgía salvaje animados por las mujeres de la humillación sentimental y el sexo.
- ¿Vosotros no deseabais que se quedase con la otra oferta?
- Ellos sí. – Dijo, mirando con timidez el espectáculo que estaban ofreciendo el resto de sus compañeros. – Pero yo sólo deseo ayudar a los pobres humanos indefensos que reclaman sin querer nuestra ayuda. Yo lo único que hago es hacer que ellos vean, entiendan lo que les dice el subconsciente. Sólo soy un mero intérprete. Carol estaba angustiada e incluso había pensado en suicidarse de verdad. Seguro que a ti no te pilló tan de sorpresa que hubiera aparecido con las venas cortadas en su habitación ¿verdad? No hace falta que contestes, ya sé lo piensas... – Me miró sonriente. Creí que nunca diría nada parecido acerca de alguien que estuviese dentro de ese grupo de dementes, pero ese tío era legal. – No quiero que pienses que fuimos a por Carol para perjudicarte a ti, Nístrim, eso no tiene nada que ver. Fuimos a por ella porque ella nos estaba llamando, ella se sentía muy mal... Pero ahora ya está recuperada, supo elegir la opción acertada. Tú también has terminado con esto, ahora te toca seguir tú solita tu camino ¿vale? Venga, vete a vivir, Nístrim, no permitas que las visitas excesivas te destruyan por dentro. Ahora debes valerte por ti misma. – Los ojos se le abrieron como platos y
después un pequeño reguero de sangre salió de su boca antes de desplomarse en el suelo. Tras él, riéndose a carcajadas, un hombre se masturbaba mientras agarraba orgulloso, con la otra mano, el arma homicida que había terminado con la vida del desdichado Hugo.
Salí a todo correr de allí, me cambié rápidamente de ascensor al llegar al supermercado, y salí del portal sin parar de correr hasta llegar al bar de Óliver.
La lluvia me sentaba bien.
sábado, diciembre 09, 2006
Capítulo 24: Perversión desmedida
Escrito por Adriana Bañares en 10:28 p. m.
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1 cafés:
Si no es por mí, esto no avanza xD. Venga, el siguiente ...
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