viernes, diciembre 08, 2006

Capítulo 17: Egoísta, insensata

Egoísta, insensata



Los pasillos azules eran agobiantes, pero no tanto como lo había sido el trayecto hasta el hospital.
Dafne estaba sentada, sujetándose con las manos los tobillos y con la cabeza hundida entre las rodillas.
Lucía se levantó nada más verme y se acercó a mí. Tenía los ojos rojos de haber llorado y el pelo recogido malamente en una coleta.
- Perdona por el retraso, Lucía. ¿Carol... ?
- Está dentro, en observación.
- Pero qué ha ocurrido. – Intentaba mantener la calma, pero mis palabras salían demasiado frías y secas en mi intento.
- Ha sido terrible, Nístrim... Fue esta mañana, temprano, su madre la encontró desangrándose en la cama.
Emití un grito ahogado y comencé a caminar sin sentido a lo largo del pasillo. Al volver, entre lágrimas, logré preguntar a Lucía si había sido un accidente.
- No...
- ¿Ella... ? ¿Las venas... ? – Ella asintió - ¡Pero por qué! Por qué, por qué, por qué. – No podía más. Comencé a
descargar mi ira sobre una indefensa papelera ante la mirada de asombro de todos aquellos que aguardaban en la sala de espera. Me di cuenta de que no tenía derecho a comportarme así, ningún derecho. Todos los que estaban allí también debían estar muy preocupados, esperando que alguien les diera una noticia, buena o mala. Fue entonces cuando me percaté de la gravedad del asunto: Carol había intentado suicidarse y estábamos a un solo paso de averiguar si lo había conseguido o no. Ahora bien, ¿Cuál de las dos sería la buena noticia? Para nosotros estaba claro que la segunda pero, ¿y si ella verdaderamente deseaba morir? Si ella lo deseaba, quiénes éramos nosotros para interceder en sus decisiones.
Me había vuelto a ocurrir, ¿por qué pensaba aquello? ¡Qué clase de amiga era yo! Carol estaba a punto de morir y yo intentaba hacerme a la idea con el argumento más triste que se me pasó por la mente. La mente. Otra vez.
Me apoyé en la pared y me dejé caer. Mi mente, mis monstruos... Todo. Todo se acababa hoy. A partir del día siguiente sería una amargada solitaria, condenada de por vida a vivir dentro de mí misma. ¡Maldita Carol! ¿Por qué había de elegir precisamente aquel día para suicidarse? El día anterior estaba bien. Estuvimos las cuatro en mi casa, estuvimos bien. Luego se fue con Pablo, ¿qué más quería? Eso era, Pablo. ¿Dónde estaba Pablo? Miré a mí alrededor y le vi, sentado a dos sillas de Dafne. Allí estaba. Me levanté rápidamente, llena de ira y con un odio irrefrenable, y me situé de pie con aire imponente ante él:
- ¿Pablo... ?
Él levantó la mirada, dejando ver unos ojos que expresaban dolor, impotencia, desconsuelo, amargura y un montón de cosas más que me hicieron ver que era absurdo; todo lo era, mi comportamiento, mis hipótesis... y Óliver y Víctor haciendo compañía, en urgencias, al pobre Nico, que esperaba recuperarse del gran golpe que le había propinado Víctor con el coche. Mi vida ya no era surrealista, era absurda.
- Nístrim... ¿Por qué lo ha hecho?
- No lo sé, Pablo, no sé.
El chico, mucho más sensible de lo nunca me hubiera imaginado, me abrazó y se puso a llorar sobre mi hombro izquierdo.
Yo no sabía cómo actuar. Tenía tanto miedo... Tenía miedo por Carol, pero sobre todo por mí, y no sólo porque el hecho de no acudir a mi cita podría radicar en un problema irreversible, sino porque también me daba miedo yo, me asustaba verme así, ¿en qué me había convertido? Mientras Carol había estado agonizando en el hospital, yo había estado discutiendo innecesariamente con alguien que no merecía la mínima de mis atenciones. Golfa egoísta, ¿en qué estabas pensando?
Necesitaba urgentemente hablar con alguien y, aunque no le había hecho ni caso en el coche, sabía que Óliver era el más indicado para hacerlo.
Por una parte me parecía mal irme de allí, pero necesitaba ver a Óliver y, de paso, asegurarme de que el pobre Nico estaba bien.
- Lucía, voy a bajar un momento a urgencias, ahora mismo vuelvo.
- ¿A urgencias?- En el rostro de Lucía se dibujó una interrogación tan grande como el Estrecho de Gibraltar.
- Sí, tengo a un amigo allí. No es grave, pero debo ir a verle. Subo en cero coma.
La verdad es que Nico me daba completamente igual. Sabía perfectamente que lo suyo no había sido nada, pero necesitaba ver a Óliver, o tal vez a Víctor, no lo sé; el caso es que bajé hasta urgencias. Ruin, tonta, egoísta, insensata, mala... Había dejado a Carol, a mi gran amiga Carol. Sólo podía esperar que no ocurriera nada malo, si no, no me lo perdonaría nunca.
- ¿Qué tal está?
- Bien, bueno, dentro de lo que cabe... - Me respondió Óliver. - Se ha roto una pierna y un brazo. Una temporadita a lo momia y como nuevo.
Sonreí. Ojalá todo se solucionara así.
- ¿Qué tal si nos vamos a tomar un café solo? – Me preguntó.
- ¿Y Víctor?
- Bah, él sabe cuidarse solito.
Me hizo gracia que él dijera eso. Supongo que debió quedarse alucinado con la discusión que mantuvimos en el coche.
Salimos del hospital. Ya no me sentía sucia por haber abandonado a Carol; con Óliver todo parecía siempre más fácil.
- Óliver, mi amiga Carol ha intentado suicidarse esta mañana. Se ha cortado las venas.
- Oh, Dios mío, ¿está bien?
- Está en observación, aún no se sabe nada. Yo no puedo estar así, Óliver... No puedo hacer nada y me siento tan inútil... Yo debería estar en el Boulevard...
- Yo también creo que deberías estar allí, Nístrim, pero no sé... En casos como éste, supongo que la respuesta sólo la tiene tu corazón.
- Yo creo que no tengo corazón, que sólo tengo a esos terribles monstruos atormentándome dentro de mi cabeza.
Para cuando quise darme cuenta, Óliver ya había conseguido parar a un taxi.
Una vez dentro, me entró la vena sentimental, esa que te hace ser mejor persona.
- Óliver, no sé cómo darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí.
Él se rió, no entendí muy bien porqué, pero se rió.
- No tienes que darme las gracias tonta, somos amigos.
- Por eso mismo, Óliver. ¿Cuánto hace que nos conocemos? ¡Ni siquiera una semana!
- Pero mira cómo ha dado de sí.
- En serio, Óliver, te tomas muchas molestias. Al fin y al cabo, sólo soy una desconocida.
- No, Nístrim, qué va. – Parecía incómodo. Tal vez estaba siendo demasiado dura.
- Lo que quiero decir es que... – Intenté arreglarlo, pero fue en balde.
- Shh... No digas nada, tiendes a estropear las cosas. ¿Amigos?
- Amigos.

2 cafés:

Anónimo dijo...

amigos...
Cuelga lo que sigue, si?

Anónimo dijo...

Carlos, carlos, carlos...

Y los demas a que os dedicais?Vuestra autora favorita os necesita.No podeis hacerle esto despues d todo lo que habeis pasado juntos.

Mas vida a mi historia paralela favorita por favor!

Bonifacio S. Guay (asi era no)