martes, diciembre 12, 2006

EL MOVIMIENTO DE LA LAGARTIJA

El cementerio, la presión, la presencia, el olor, la esperanza, el misterio, la finalidad, la superficialidad, la belleza sublime, la ornamentación barroca que roza el patetismo negativo, mis manos frías, el reflejo del pasado hecho inscripción, la infancia, la angustia, la deprimente melancolía, las fechas, las poesías, las vírgenes, los cristos, la soledad. La soledad eterna entre cientos de cuerpos descarnados, exentos de aliento. De vida.
Cuerpos, cuerpos, cuerpos testigos de una historia. Una historia que se esfumó con cada una de esas muertes. Muertes, huesos, gusanos. Gusanos, alimento, vida, paisaje de cuento, luz solar, calor... La presión oprime mis pensamientos. Viva entre un montón de muertos...
Hoy existo, hoy soy feliz.



Yo de lejos no veo y eso me ha dado más que un problema a lo largo de este maldito año.
¿Y si lo que vi no era? Y si lo que era no vi... Si no vi la verdad, el verdadero sentimiento, si no fui consciente de la realidad. Si soy una inconsciente...
Si soy rara, inculta, ingrata, indecisa, infeliz.
Tengo una extraña tendencia a sufrir. Y no me desagrada. Supongo que si todo me saliese bien de repente, si todo se me apareciese fácil, sencillo, “lubricado”, me sumiría en la inutilidad y desearía suicidarme.
No he nacido para ser feliz porque me encanta pasarlo mal.
Ayer fui al cementerio y me sentí bien porque me sentí viva. Viva, viva.
Últimamente sólo me sentía existente.
Juego, río, finjo.
Acaricio, beso, aprieto.
Quiero hacer sufrir, quiero crear sentimientos en el resto de la gente. Porque ello me hará sentir útil.

Cada mañana el mismo cuento. El cuento en el que yo soy la bruja, bella pero malvada. Odiada, temida, envidiada. Admirada tímidamente por un mínimo pero encantador sector de gente.
Me encanta que me odien. Que me teman. Que me vean inaccesible.
Inaccesible.
But It’s a matter of time till you get yours, and I get mine. It might not be me, but you’re gonna answer to somebody – Revolver. Revolver, by The Donnas

No puedo creer que la facilidad haya llegado en estos momentos tan difíciles y megalíticos que me quieren quemar el sexo sin preguntar antes por mi calor corporal. No, no soy un juguete, sólo soy parte del juego. Yo juego y llegaré al infinito.
Yo decidiré. Si me quemo seré porque yo lo habré querido así, igual que si te quemas tú: yo seré quien te abrase.
Me causa temor verme impotente ante alguien, inferior. Ayer me sentía así ante ti, y hubiera hecho cuanto tú me hubieras pedido. Me habría sentido como tú hubieras querido que me sintiese. Ejercías un poder tan grande sobre mí... Incluso cuando no estabas conmigo me manipulabas, ocupando cada pensamiento, okupando mis sueños ilegalmente. Mis dibujos, mis paupérrimos textos superfluos y sobrevalorados. Hoy leo aquello y me avergüenzo por haber malgastado tinta y tiempo en unos cuentos tan absurdos. Hoy me avergüenzo de haberte amado. Pero de nada más. No me avergüenzo ni siquiera de reconocer que aún te deseo y que, a pesar de eso, no perderé mi orgullo por un polvo contigo.
Hoy soy libre.
Nada me ata.
Yo decido. Yo, solamente yo, me conozco, me amo y me odio.
Y aunque llegue a casa y me ponga, como una niña caprichosa, a llorar...
A llorar por ti, una vez más. A llorar por mí, porque, después de todo, sólo vivo, siento, río y sufro por mí. Pero sí, lo haré, lloraré pensando qué te llevó a buscarme de nuevo, por qué has vuelto a desearme. Si alguna vez dejaste de hacerlo.
Porque, ya te he dicho, soy una ignorante, una ciega ignorante. Una tonta que ha estado esperando pacientemente que volvieras a mí arrepentido. Pero no puedo permitir que te salgas con la tuya. No puedo permitir que tú (ni nadie), me obligues a retroceder, a borrar todo este año sólo porque a ti se te ha encaprichado acordarte de mí. Y, vale, reconozco que me muero por tocarte, por besarte. Reconozco que te deseo como no he deseado jamás a nadie. Que no siento nada más por ti, ni siquiera rencor u odio. Sólo deseo.
Sólo te deseo.
Pero me irrita enormemente que hayas llegado a pensar que acabaría rendida a tus pies, sumisa y complaciente, pues eso significa que no me conoces.
Yo tampoco te conozco demasiado, pero sé demasiado de ti, cómo te ves, cómo te ven, la importancia que le das a ciertas cosas banales para sobrevivir con la cabeza bien alta en esta maldita Escuela.
Hace un año creí que te avergonzabas de mí. Hoy soy yo quien se avergüenza. Me avergüenzo de mí por seguir deseándote.
¿Qué te atrajo de mí? Dime, qué fue lo que viste. De mi físico... qué te gustó. ¿Te parecí interesante cuando descubriste que en clase, en lugar de coger apuntes, me dedicaba a evadirme entre textos y dibujos creacionistas? ¿Acaso fue ese carácter antisocial que me caracteriza? ¿O simplemente pensaste que era un polvo fácil al ver cómo actué aquella noche con el alcohol, los gemelos y contigo?
Pero mira, no lograste nada. Ni siquiera un polvo. Y ¿sabes por qué? Porque soy incapaz de entregarme por completo a alguien. Porque si este año te deseo, el año anterior sólo te amaba. Sólo era feliz mirándote a los ojos y besándote. Nada más.
El sexo venía de la mano de otros. De otros de quienes hubiera querido cualquier cosa excepto que me preguntaran un simple qué tal.
Con los demás sólo quería jugar. Contigo quería sufrir.
Porque me encanta pasarlo mal.

Soy una niña. Una niña pequeña, protegida.
Es increíble, mis hojas han adquirido el aroma a pino, a cementerio, a muerte.
El mejor momento de esta primera semana de abril ha sido, sin duda, la visita al cementerio con Lucía.

Pienso cada vez más. Ya estoy otra vez “maquinando”, como dice Javier.
Quiero escapar de todo esto. Me aburro.
Me aburro de la gente que hay a mi alrededor, de las noticias, de la música, de los libros, del cine, de las normas no escritas, del alcohol, de los prototipos, de las penas ajenas...
Ahora sólo quiero escapar, pensar en mí. Pensar en mí hasta aburrirme. Hasta que también decida escapar de mí.
Pero, no lo sé, el suicidio lo veo cerca pero también muy lejos.
Aún así, la muerte la sigo viendo muy cercana. Lo sé, sé que voy a morir pronto.
No seré la reina de mis cuentos. No tengo fuerza de voluntad.
Veo al resto de la gente inferior a mí.
Sí, a Óliver también llegué a verlo inferior en algún momento. En algún momento me pareció tenerlo por debajo de mí.
Me siento sola. Guille dice que me siento así, que me veo sola, porque exijo mucho. Porque estoy empeñada en encontrar a alguien perfecto. A alguien como yo. A alguien que me vea inteligente, que tenga fé en mí y en mis proyectos, mis paranoias, que enjugue mis lágrimas y no se canse de mí cuando me entren esas subidas de angustia en septiembre o abril, que valore el poder de la música como yo, que sienta el influjo de los olores y los flashbacks, que se emocione con los dejavu, que interprete sus sueños, que me mire a los ojos y me hable de la soledad, de la locura, de filosofía... Alguien que no sienta reparo en abrazarme a menudo, a arrancarme sonrisas. Alguien que me diga que soy una diosa. Perfecta. Única, sobretodo única. Quiero ser única para alguien a quien le guste enloquecer con Muse, llorar con Marlango y amar con Mars Volta. Alguien que acaricie cada rincón de mi cuerpo mientras suena el único disco de Bushido y sepa decir te quiero.
Quiero escapar de toda esta superficialidad que mata mi profundo y sensible interior.
Quiero tumbarme sobre una de esas lápidas, mirar el cielo, imaginar historias con los movimientos de las nubes como hacía en el patio de mi abuela cuando era una niña, y sentir cómo cada recuerdo se desvanece en armonía con las nubes. Borrar de mi mente todo. Empezar de cero, sin errores. Volver a nacer, purificada.
Soy complicada, ininteligible, difícil, triste, melancólica.
Quiero explotar, quiero llorar.
Quiero fundirme en un orgasmo liberador.
Pero nadie me hace bien el amor precisamente porque no me lo hacen, sólo me follan. Porque no me conocen. Sólo me ven como una puta. Una puta que está loca. Me ven romántica. ¡Me han llamado incluso gótica!
Quiero escapar, quiero huir de todo esto.
Volar, volar lejos.
Londres.
Ir a Londres, emborracharme con Óliver y cantar a voz en grito Showbiz o Take me out. Volver a reír como hace un año, dejarme convencer por Óliver de que Andy Warhol es un dios ante Dalí.
Volver a llorar cuando me dicen que escribo bien. Volver a llorar por algo que merezca la pena.
Puedo conformarme y disfrutar con lo que se me ofrece. Puedo escuchar a los demás sin necesidad de que ellos me escuchen a mí. Disfruto actuando de psicóloga. Puedo bailar reggaetón como nadie y sonreír si me dicen piropos fáciles cuya única función es llevarme directamente a la cama, puedo caminar como una femme fatale, contestar con decisión, hablar a mis enemigos con una sonrisa, emborracharme y no arrepentirme de las consecuencias, besar a un desconocido, hacer llorar, hacer reír, enamorar, animar, defraudar.
Aguantar pacientemente.
Pero nadie me conoce.
Javier tampoco siente algo por mí.
Para ellos sólo soy un trozo de carne que curiosamente sabe escribir.
Ni siento ni padezco, dirán.
No existo.
Es sorprendente el sentimiento tan extraño que mis manos tratan de pensar. ¿Pensar? ¡Mis manos piensan! Yo sólo deseo huir, morir placidamente. Llorar. Hacer escapar mi alma y sentir el frío helador del dulce amor de la muerte.
Mis ojos, cálidos, húmedos, son incapaces de derramar una sola gota. Una sola lágrima.
El corazón me late. Pero lento. Mis músculos están tensos, pero mi mano es ágil y sabe dominar a este simple boli bic.
Tengo ganas de amar. ¡Tengo ganas de vivir! ¿Soy un ser libre? ¿O sólo soy una esclava de mis pensamientos y actos?
Si paso rápidamente las hojas de este cuaderno, me ahogo con el olor a pino, a cementerio, a muerte.

¿Qué le habrá parecido a Patxi “La ninfa imaginaria”?
Patxi dice estar preparando con Javier una canción basada en “Almendra y chocolate”, uno de mis cuentos.
“Almendra y chocolate” no es mi mejor cuento. Ni siquiera está bien escrito, pero atrae por su historia. Una historia claramente romántica, con una fuerte carga erótica y el murmullo de la muerte zumbando a lo largo de toda ella. Patxi la describió como una historia de “salvación” y placentera. Placentera ya lo dijo con retintín, cómo no.
Pero desde que el viernes pasado Javier me dijera “Chiqui” y me devolviera a la mente una imagen del año pasado, no he vuelto a saber nada más de él. Dudo que realmente esté colaborando con el Patxi en la realización de esa canción.
Yo, con mi falda negra, las medias rotas en la mano, apoyada en la puerta de la casa de los tíos de Víctor, pensando en quién sabe qué. Él me mira, sonríe y me pregunta: “¿Qué pasa, Chiqui?” Aquella fue la última noche que estuvimos juntos. Sin explicaciones. Nada. Siempre es así. Cuando creo que ha llegado el final, desaparezco. No llamadas, ni mensajes, ni simples perdidas. Nada. Si algo se acaba, dejo de existir.
¿Habré dejado de existir también para Javier? ¿Él también se ha cansado de jugar conmigo?
I began to lose control, I’m just a jealous guy. I didn’t need to hurt you, I’m sorry, babe, I made you cry. I’m sorry. I’m just a jealous guy.
John Lennon
Siento que llorando me sentiría muchísimo mejor, pero me es imposible. Ni siquiera llego a sentir calor en los ojos.
Debería estar feliz porque voy a ir a Londres.
Debería estar feliz porque voy a ir a Génova.
Debería estar feliz porque voy a huir.
Debería estar feliz porque voy a volar.
Debería estar feliz porque voy a evadirme.

Humillada, sucia, tonta, inútil, loca, infantil, rara, creída, prepotente, pervertida, paranoica, obsesiva, soñadora, esquizofrénica, bohemia, patética, suicida.
Insomnio.
Soy una egoísta demasiado buena.
No estoy enamorada, pero siento algo extraño.
Me tomaré el viaje a Londres como un periodo de evasión. Me sentiré bien ahí fuera.
Italia me ayudará a relajarme. Visitaré el cementerio de Génova, me sentiré más viva y olvidaré todo.
Empezaré de cero. Volveré a nacer, purificada. Y, poco después, desapareceré para siempre.
No me avergüenzo. No me avergüenzo de estar loca.
Soy inteligente y melancólica. Difícil en relación a la simpleza de los que me rodean. Me encanta.
Hoy he ido al mercadillo que hay cada domingo en la Plaza de la Libertad en Vistemina y me he comprado dos libros que espero marquen algo en mi vida.
“Los cien golpes” y “El aroma de tu aliento”, ambos de Melissa Panarello, han influido de tal forma en mi mente que me han obligado a actuar de una cierta manera esta semana recién pasada. Sobretodo “El aroma de tu aliento”.
El aroma de tu aliento...
“La lista de Latour”, de Nikolaj Frobenius.
“Hacia el Edén”, de Anne Rice.
La primera novela, la de Nikolaj Frobenius, es la historia de un asesino y transcurre en los burdeles de París en pleno siglo XVIII. Me ha recordado a “El perfume”, y dado que ésta fue una obra que me influyó de tal forma cuando la leí, en el 2004, dos años después deseo regenerarme. El otro libro que me he cogido es de Anne Rice, pero no trata de vampiros. Nunca he leído algo de esta autora porque me parecía demasiado, no sé, repetitiva quizá no es la palabra exacta, pero me crispan todos esos autores que se encasillan en un estilo con la seguridad de que eso les asegura no perder lectores. No se arriesgan. Pero esta obra de Anne Rice la firmó con pseudónimo: “Anne Rampling”, la parte oculta, sádica, erótica y perversa de una autora considerada de culto por los amantes del género vampírico. Anne Rampling.
“Hacia el Edén” vio la luz por primera vez en 1985 y pone de manifiesto los deseos sexuales de esta época: Erotismo de tendencia sadomasoquista.
“El aroma de tu aliento” es el libro que estuve buscando durante toda mi vida. Una historia en donde la realidad se ve como una pesadilla y los sueños se viven con intensidad. Realidad y sueños fundidos y una protagonista perdida entre ambos mundos.
Melissa Panarello, Muse, la melancolía, la tristeza, la ausencia, la locura, la seguridad, los nervios contenidos. Desde que este verano leyera “Las edades de Lulú” no había vuelto a sentir calor en los ojos al leer un libro. “El aroma de tu aliento” me ha mostrado a mí misma, quizá dentro de un año, quizá ahora mismo. Yo también soy así, desconfiada y triste. No me gusta hablar y me pierdo en mis textos escritos, lloro porque no me atrevo a expresar mis sentimientos y exploto. Pero últimamente no exploto, no soy capaz de llorar, y eso me hace sentir aún peor.
El aroma de tu aliento. ¿Alguien habrá amado el aroma de mi aliento? ¿Acaso me ha amado alguien?
Cuando Javier comenzó a leer “Almendra y chocolate”, me dijo que parecía estar escrito por el marqués de Sade.
Cecilio el año pasado me calificó como “sádica y morbosa”, y mis amigos no dudan en decírmelo también de vez en cuando. Carlos simplemente me llama pervertida o salida.
Y hoy me compro estos libros, uno en el que aparece el marqués de Sade y otro en el que un hombre decide ingresar como esclavo en un club sadomasoquista en las islas del Caribe.
Esta semana, que sólo consta de tres días, me dedicaré a no saltarme ninguna clase, entregar todos los trabajos que deba y coger todos los apuntes de forma clara y objetiva. Tres días “académicos”. Me encerraré en casa para leer, estudiar y escribir.
Después me iré a Londres. Volaré a Londres y me dedicaré a vivir esos días a tope, sin pensar en nada más salvo de disfrutar de mi estancia en la capital británica. Después empezaré de nuevo, volveré a España, a Linobeno, y me volveré a encerrar. Leer, estudiar, escribir.
Y volaré, volaré a Génova y me dedicaré a evadirme, a disfrutar y a llorar en silencio en el cementerio de esa ciudad italiana.
Este es el último año...
Este es el año del fin, el año... Este año quiero huir.
Quizá sí soy una tonta realmente.
Quizá sí sea solamente una Barbie, un “gusiluz” sin luz.
Seguramente estoy loca. Sí, estoy loca, por eso he vuelto a poner este maldito disco de Dido, porque estoy loca.
Oh I am what I am, I’ll do what I want but I can’t hide.
If you were a king
For this queen you think, you own.
So let me go.

No estoy mal por Javier. No, él no me haría daño ni aunque se lo propusiera, es demasiado débil. Ya sé cómo son los chicos como él.
Jordan. Hoy me acuerdo de Jordan. Era un niño cuando le conocí. Yo también era una niña.
Anduva. Colegio Público Anduva, segundo de infantil, primero, segundo y tercero de primaria. Jordan fue a mi misma clase durante estos primeros años de colegio. Era un niño agresivo, violento. No dudaba en insultar a los profesores, pegaba a los demás niños sin motivo aparente, se apartaba del resto, se reían de él, volvía a insultar, volvía a pelearse.
Los niños son crueles. No, Jordan no era cruel, los niños pijos son los malos. Ellos, pese a su corta edad, agravaban su conducta violenta con sus comentarios hirientes y repelentes.
Jordan era violento en lo físico, pero una víctima en lo demás. Por eso a mí nunca me agredió. Es más, creo que llegó a ser hasta “educado” conmigo.
Yo era muy pequeña, apenas ocho años, pero no era tonta. Veía el dolor tras el maquillaje de su madre y la cara delgaducha y demacrada, por quién sabe qué, de su padre, cuando venían a buscarlo. A su lado, un cochecito albergaba a un niño pequeño e indefenso, su hermano. Ni a su madre, ni a su padre, Jordan sólo besaba a su hermanito. Una conducta protectora que me encantaba, un niño malo con corazoncito.
Mi madre repetía “qué pobre mujer la madre de Jordan” y algún descalificativo contra el padre. Yo era muy pequeña, pero no era tonta y sabía perfectamente a qué se refería mi madre mientras dibujaba algo para alguna exposición sin futuro y escuchaba a Spandau Ballet, The Housemartins o Supertramp. A mí aquella música me gustaba, prácticamente me crié con esos grupos, pero la política de integración del colegio sólo admitía a las Spice Girls o, a lo sumo, Laura Pausini. Me disfrazaba de la pija y lloraba porque no tenía demasiado protagonismo en Wanna Be, iba a catequesis porque la mayoría iba a hacer la comunión, daba clases de teatro, también de piano y era feliz.
Yo miraba a Jordan desde mi sitio, entre los populares. Nosotros no dejábamos de reír, de decir paridas y sentir cómo la luz del sol incidía directamente sobre nosotros porque estábamos cerca de la ventana. Él, en el fondo de la clase, en la penumbra de la marginación, sin hablar con nadie, jugaba con una goma de Milán y un sacapuntas.
Nunca me reí de él. Nunca me enfadé con él. Ni siquiera el día en que, después de tanto ensayar, él arrancó de cuajo el enchufe del radiocasete y nos destrozó la “coreografía” de las Spice Girls. Me dolió, y me sentí patética con aquel vestidito negro que intentaba imitar un Gucci de la Posh Spice, pero aún así me acerqué al profesor y, antes de que él pudiera reprochar nada a Jordan, yo le dije: “No importa. Quedaba poco de canción.”
Han pasado diez años. Ahora yo estoy sola, soy la rara, lloro y protejo a quienes quiero. Y a Javier lo iré olvidando. No estoy mal por él. Ya sé cómo son los chicos como él. Sé que Jordan andará por ahí, con amigos y una vida basada en la despreocupación. O tal vez es un chico similar a Javier, guapo con aires de tipo malo e interesante.
Quizá tenga una novia tan tonta como yo.
Igual está por aquí. Puede que le haya visto algún día y no lo haya reconocido.
Da igual, ya he conocido a Javier.
Cada vez más mayor, cada vez más tonta.
Me gané el respeto de Jordan y le he perdido el respeto a Javier. Me he reído de él como tantas veces se reirían de él en el colegio.
Soy mala y egoísta.
Voy de mal en peor. Worse and worse.
Touch my skin and tell me how you’re thinking.
Oh, tell me what you’re feeling.

4 cafés:

Anónimo dijo...

espera al comentario de la friki del 2do., o al de Carlos, o al de cualquier otra persona, pero no esperes tanto tampoco.. es que mi problema es que escribo muy rapido..

Adriana Bañares dijo...

pero esto es un comentario? Esperaba algo profundo... :( Bueno, vale, esperaré a ver qué dice la friki de teleco.

Anónimo dijo...

Que conste que a friki no me gana nadie, xD. El capítulo, pues una reflexión muy profunda, tendré que releerlo para entenderlo del todo.

Anónimo dijo...

jajajaja... por eso te dije que esperes a un comentario de los otros!!! a demas, eso y alo lei antes... no vale poner dos comentarios de lo mismo, o si? te apuraste mucho, ahora abro la pagina y hay muchas entradas... tendre que dejar el cafe por un lado y ponerme al dia.. digo, no?