domingo, diciembre 17, 2006

Chèvrefeuille. 29 de mayo

lunes, 29 de mayo de 2006

No soporto a Carol. Creo que le estoy cogiendo una manía...
Llorar es muy fácil, y eso es lo que ella hace: lloriquear. Todo el puto día, desde que la conozco, llorando. “Todo va a volver a la normalidad”, me dice en un mensaje. Y, dime, cuándo, Carol, cuándo cojones va a volver todo “a la normalidad”, ¿Cuando a ti se te ponga el coño? ¿Cuándo, eh? ¿Cuando tú quieras? Porque si estás mal es porque tú solita te lo has buscado. Desapareces todos los fines de semana y los días de labor no sales, eso lo primero. Así que dime tú cómo me vas a ver si apenas sales de casa. Haces cosas que duelen, y las haces porque tus amigas te importamos una mierda. Me dolió que no participaras en la elección de mi regalo de cumpleaños. Claro, para qué, ¿no? Bastante que les diste tu parte económica a Lucía, Sonia y Dafne poco antes de coger el autobús de Masena. Y luego, el treinta y uno de marzo, cuando vinisteis a darme los regalos, tú apareciste con la maleta y en cuanto los abrí te marchaste. ¿Tienes idea de cómo me sentí? Fue la cosa más fría y ruin que he visto.
Guille abajo, en el portal, esperando a que Lucía bajara, y Dafne mirando el reloj porque se tenía que ir a baile.
Esperaba que mi dieciocho cumpleaños fuera más que eso, más que diez minutos dieciocho días después de haberlos cumplido.
Me quedé como una estúpida, sola en casa, leyendo el libro que me habíais regalado: “Los cien golpes”. El libro que, aunque lo pagasteis entre las cuatro, sólo me regaló Lucía. Lucía fue la única que se fijó en que me gustaba ese libro, la que lo buscó... Lucía fue la única que puso algo de ella misma, algo de ilusión en el regalo. Lástima que ella también me decepcionara ese día y se largara con su novio.
No te puedes hacer a la idea de lo sola, estúpida y ridícula que me sentí, “abandonada” en mi habitación, escuchando a los niños a los que mi madre da clases de dibujo, leyendo a Melissa P. ¡Con las ganas que tenía de invitaros a algo, aunque sólo fuera un café, para estar las cinco juntas como buenas amigas!. Como las amigas que se supone que somos.
Me demostrasteis que os importo una mierda.
Gracias.
Y luego tú me vienes hablando de que quieres que todo vuelva “a la normalidad”. ¿Pero, qué es la normalidad? ¿Cuando íbamos a cuarto de E.S.O y salíamos juntas y nos reíamos por cualquier chorrada? Carol, no sé si te has dado cuenta, pero la única que sigue en cuarto eres tú.
Después te quejas porque Dafne sale de fiesta con tu enemiga Mimi. ¿Qué derecho tienes de juzgarla? Ellas son amigas, te guste o no, y si tú no estás aquí, a mí no me gusta la pachanga y Lucía hace mucho que nos demostró que no quiere volver a salir de fiesta, es normal que se busque la vida y salga con otra gente. Ella, mal que nos pese, no es tan tonta como nosotras y ha sabido buscarse otro grupo de gente para salir. Ella no está sola.
Carol, no podemos esperarte siempre.
¿Y si te dijera que ahora yo no quiero volver jamás al Praxis? Que estoy harta de escuchar siempre la misma música y ver a los mismos junkies de siempre. Si te dijera que ya no echo de menos para nada aquellos “Chop Suey” contigo en ese bar. Es más, ¿y si te dijera que ni siquiera te echo de menos a ti?
Este es el último año que voy a estar aquí. ¡Qué digo año! Los últimos meses, el último verano... Sabes que al año que viene ya no estaré aquí y que lo único que quiero es estar con vosotras el mayor tiempo posible, saborearos al máximo porque a partir de septiembre apenas nos vamos a ver. Pero a ti te da igual, porque eres una niñita egoísta.
Odias los cambios y por eso no soportas que Sonia se haya “acoplado” a nuestro “grupito”, pero es que, Carol, ¡ya no hay grupo! Se acabó, ya no somos aquellas cuatro amigas que se querían tanto. Ya, no. Dafne sólo quiere amigas para salir de fiesta y Lucía a veces me da la sensación de que el hecho de quedar conmigo lo ve como un acto de rebeldía contra Guille Todopoderoso y su padre. Pero de Lucía no me quejo. Es cierto que nos ha costado mucho entendernos y que hasta que lo hemos conseguido nos hemos hecho mucho daño la una a la otra, pero creo que esa es la base de nuestra buena relación. Estos últimos meses primaverales ha sido ella la única que me ha llamado (¡Ella, no yo!) en busca de una conversación, un paseo, quizá sólo compañía, ¡no lo sé! Pero lo que sí sé es que, durante estos dos meses, ella ha sido la única amiga que he tenido.
Tú estás siempre amargada por una u otra razón y piensas que eres la única que lo pasa mal, pero no me gustaría que te sintieras como me he estado sintiendo yo desde ese jodido treinta y uno de marzo. Desde ese día me he “autoencerrado”, por así decirlo, con el único objetivo de reflexionar y comprender por qué han ocurrido ciertas cosas. Si te digo la verdad, no he llegado a ninguna conclusión.
Lo que quiero decir es que no estoy mal desde ese treinta y uno de marzo, sino que estuve mal antes. El auto encierro sólo actúa como antídoto fallido. Todo ha ido mal desde que empezó este maldito dos mil seis, empezando por mis vómitos provocados. Sí, eso es lo que le dije a Sonia aquel día que me emborraché tan malamente: que yo, como ella, también vomitaba. Que yo también lo estaba pasando realmente mal.
Y no se trataba de querer adelgazar (ya sabes que la primera persona que ama mi cuerpo soy yo) sino que me sentía terriblemente mal. La autolesión es una acción que he cometido siempre (me refiero a las malditas briznas de mis dedos), y nunca he sabido bien por qué soy víctima de este acto mecánico que yo ejerzo inconscientemente contra mí. En una revista bastante absurda leí que la autolesión es un castigo que nos imponemos nosotros mismos cuando nos sentimos culpables por algo que hemos hecho. Bueno, simplemente nos sentimos culpables.
Yo no sé por qué me he estado sintiendo culpable, sólo sé que desde principio de curso he estado amargada porque la gran mayoría de la gente de la Escuela que me conocía (compañeros de mi clase del año pasado, por ejemplo) me rechaza el saludo, o, si iba con Johana, la saludaban sólo a ella. Me sentí fatal e intenté contrarrestar ese dolor estudiando más que nunca, esforzándome al máximo. Así, del tres al once de diciembre me encerré en casa para estudiar para los exámenes de navidad. Apenas comí durante esos días y de debilidad me aparecieron una especie de ampollas en diversas partes del cuerpo. Afortunadamente, logré una media de notable.
Con un afán de superación máximo y la compañía de mis queridos compañeros Johana, Carlos, Almudena, Álvaro, Omar y, más tarde, Sandra y Mónica, he logrado terminar el curso sana y salva. Aunque el trayecto haya sido doloroso. Ya ves, vómitos, borracheras exageradas...
Pero luego me di cuenta de que debía tranquilizarme, matar a la Nístrim “autodestructiva” y a la “Nístrim Finde” que se emborracha y enrolla con el primer junkie que encuentra.
Deseaba volver a nacer. O tal vez deseara suicidarme.
Y no me quejo, la verdad: Durante estos dos meses he tenido tiempo para leer (“Los cien golpes”, “El aroma de tu aliento”, “Hacia el Edén”, “La lista de Latour”, “Ella, Drácula”, “Lolita, de Heinz Von Lichberg”), de viajar (Londres y Génova), ver películas que tenía pendientes (“Million dollar baby”, “Gothika”, “La naranja mecánica”, “Trainspotting”, “Viridiana”, “Entre las piernas”, “El hundimiento”) y de conocer a gente tan maravillosa como Isabela, Maite, Izaskun y los chicos y chicas de Génova.
Además, los dos premios literarios. Es una pena que tú no hayas leído ninguno de los dos relatos premiados. Me hizo mucha gracia, hace pocos días, que me encontré con Julio (aquel profesor tan peculiar que nos dio clase a Lucía y a mí el año pasado) y le dije lo de los dos premios. Él me felicitó, alegrándose mucho por mí, y me preguntó si lo había celebrado con mis amigos. Yo bajé la cabeza (no sé por qué, la verdad), y él me dijo: “Si es que con estos iletrados no se puede...”.
La verdad, si no quisisteis ni celebrar mi cumpleaños, qué coño se os iría a ocurrir celebrar mis “pequeñas victorias”.
Estoy tan agradecida a Lucía por haberse acordado de mí, por querer hablar...
Bueno, mañana debo ir a la Escuela para ver mis notas y recoger los trabajos de dibujo artístico. Espero que todo haya salido bien. Espero haber aprobado todo.

1 cafés:

Anónimo dijo...

Yo tuve la misma sensación con los amigo del colegio en el primer año de la carrera ...

PD: No sé que coño hago leyendo a estas horas XD