Standby
Miré por la ventanilla del taxi y tuve una sensación similar a la que sentí en el coche de Víctor. Óliver se encargó de devolverme a la realidad.
- Quisiera leer algo tuyo.
Me volví hacia él, abandonando el paisaje desolador que me ofrecía la carretera.
- No te lo recomiendo... Soy una escritora pésima. – Era cierto. O, por lo menos últimamente, eso creía.
- Yo creo que lo importante no es escribir bien, ni dibujar bien, nada de eso, lo importante es crear. ¿Cómo puede merecer la pena una vida sin creación? Tú, además, tienes ese don, ese don de saber escribir, de crear sin dificultad un mundo, una historia... Es un don, Nístrim, sólo un jodido don que no debes desperdiciar.
Le sonreí y bajé la cabeza, dirigiendo la mirada a mis uñas, inevitables víctimas del nerviosismo de la cafeína.
Óliver siguió hablándome mientras yo intentaba hacer un apaño en mis dedos para que las briznas que bordeaban las uñas disminuyeran el aspecto repugnante al que estaban acostumbradas ofrecer. No hice mucho caso, para ser franca no hice caso, pero me quedé con la última frase.
- Sólo escribiendo para ti, lograrás escribir para los demás.
Al llegar al hospital, bajé apresuradamente del taxi y entré velozmente al sanatorio, sin ser consciente de que eso obligaba a Óliver a pagar el taxi.
Los pasillos azules parecían estrecharse a medida que yo iba avanzando, y los enfermos en sillas de ruedas me miraban con lástima, deduciendo que mi locura sería mucho más difícil de curar que sus fracturas. Los visitantes esperaban absurdos a que llegara el ascensor, yo subía corriendo las escaleras, huyendo del asfixiante control que los ascensores ejercían sobre mí.
- ¡Nístrim! ¡Espera!
Un jadeante Óliver reclamaba mi espera unos metros más atrás.
Fuimos juntos por el pasillo, esta vez tranquilamente, hasta llegar a la sala de espera en la cual se encontraban mis amigos y algunos familiares de Carol.
El rostro de Lucía seguía siendo un reflejo literal de su preocupación. Al vernos a Óliver y a mí, anduvo deprisa hacia nosotros, con una ira comprensible hacia mi persona.
- ¿Dónde has estado? Las cosas van yendo de mal en peor ahí dentro y tú te dedicas a andar por ahí... ¡Con éste! ¡Típico de ti! ¿Es que no te cansas ya de ser una puta?
Óliver me miró, yo le vi de reojo, y con una tranquilidad asombrosa dije:
- Lucía, te presento a Óliver, el chico del que te hablé. –
Lucía me miró como si estuviera loca, luego inclinó la cabeza, avergonzada por el ataque de histeria que le acababa de dar. - ¿Han dicho algo los médicos?
- No, seguimos en las mismas. Aquí nadie dice nada.
Miré a Dafne. Seguía sentada, y ahora tapaba su cara entre las manos. Me dirigí hacia ella para sentarme a su lado y Lucía me acompañó. Óliver se quedó quieto un momento y luego se acercó a nosotras.
- Ayer todo tan bien y ahora... – Dijo Dafne en un susurro.
- Todo irá bien, Dafne, ya verás. – Ni yo misma tenía fe en esa premisa.
Dafne estaba sentada entre Lucía y yo. A mi lado, Óliver, al de Lucía, Pablo.
- ¿Y Guille? – Le pregunté a Lucía.
- Ha dicho que vendrá luego, que ahora estaba con sus amigos. Cosas importantes. – Dijo Lucía con ironía.
Pablo jugueteaba con el móvil, pasándoselo de una mano a otra, bloqueándolo y desbloqueándolo una y otra vez. Tal vez debiera hacer yo eso, en lugar de desgarrarme la piel de mis dedos.
Me sentía mal por Óliver, debía sentirse tan incómodo, tan fuera de lugar. Él no se merecía estar allí.
Le cogí la mano y le miré, creo que entendió bien lo que le quería decir.
En ese momento apareció ante nosotros un hombre alto de bata blanca y expresión seria, que con su mirada neutra sería capaz de helar al mismísimo sol.
- ¿Venís con Carolina Merchán?
Asentimos con timidez y miedo.
- ¿Va todo bien? – Pablo pregunta.
El médico nos explicó que estaba fuera de peligro, pero que aún estaba muy débil. Suspiramos todos con tranquilidad, expulsando toda la tensión que se había estado apoderando de nosotros durante toda la mañana.
- ¿Podemos pasar a verla? – Pregunté impaciente. Afortunadamente, asintió.
Todos se levantaron con dirección a la habitación de Carol, incluso Óliver, pero yo me quedé sentada.
- ¿No entras? – Me preguntó Dafne.
- No, entraré más tarde. Ahora debo bajar a urgencias a ver qué tal anda Nico.
Me levanté despacio y me fui alejando con Óliver.
- ¿Y quién es Nico? – Preguntaron los otros tres. No obtuvieron respuesta. Después de lo que me había soltado Lucía... No tenía ganas de dar explicaciones a nadie.
viernes, diciembre 08, 2006
Capítulo 19: Standby
Escrito por Adriana Bañares en 6:07 p. m.
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5 cafés:
Bien bien cada vez me intriga mas el desenlace q tendra la historia. Pon el siguiente capitulo xfavor!!!!!!!! no t hagas de rogar.
Mariedianne (tu fan mas histerica)
histérica?
el principio del capitulo me hace recordar a una conversacion, a ti no? que bueno que pusiste el siguiente, ahora lo leo y para ahorrarme mas comentarios, anda poniendo el que le sigue al ultimo, que ahora lo leere... :)
mariedianne se denomina histerica y nistrim se extreña.
Que querias expresar con ese interrogante nistrim? xq t extraña lo d histerica?
Acaso no estamos todos un poco locos? algo perdidos en un mundo incomprensible?en definitiva histericos...?
Deduzco que eres muy reflexiva mi querida nistrim. Tu, mariedianne eres muy autocritica, o autoreflexiva. En cuanquier caso no recuerdo que nadie te definiera asi (histerica)aparte de ti misma. Tendre que revisar mis notas.
Bonifacio S.Guay
(Ese loco que espia vuetras vidas y al que deberiais empezar a temer)
MUA
perdon, quise decir extraña y no extreña. Es un error imperdonable. Si extraña quisiera decir extreña se diria extreña y no extraña.
Espero que sepais perdonarme algun dia, aunque sea bajo los efectos de algun narcotico.
Mil perdones de Bonifacio S.Guay
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