lunes, noviembre 27, 2006

Capítulo 9: Demasiado profunda

Demasiado profunda


Salí del frío y viejo portal camino a casa. Tenía ganas de pasar un día de relaxing en mi apartamento, escribiendo y pensando en nada en particular. Iba tan tranquila y feliz, casi como las tías de los anuncios de compresas, que no me di cuenta de que Óliver me llamaba desde la acera de enfrente, en la puerta del bar.
- ¡Nístrim! ¿Por qué no vienes y me cuentas qué tal ha ido la sesión?
Crucé la carretera desanimada, ya que no me apetecía hablar con nadie, y saludé a Óliver de una forma, tal vez, demasiado fría.
- Venga, vamos dentro que te pongo un café solo.
Entramos y, como siempre, nos quedamos solos en el bar. Él se puso un café con leche y se sentó conmigo en una mesa. Me agobiaban sus ganas de conversar, ya que a mí me apetecía estar sola.
- ¿De qué habéis hablado hoy?- Me preguntó Óliver mientras yo miraba mi reflejo distorsionado en el oscuro café.
- Nunca me has preguntado eso.
- Ya, bueno... hasta ahora no se me había ocurrido.
- Del sexo y del odio.
- ¿Nada más?
- Es que con lo del sexo me he explayado mucho, tal vez demasiado... No sé, nunca me había abierto de ese modo con alguien hasta entonces. Ha sido realmente alucinante. No obstante, los demás días sólo tratamos un tema por sesión. Las palabras me salían directamente de mi mente, como cuando escribo.
- ¿Y has conseguido aclararte las ideas? ¿Qué te han dicho?-
Me preguntó el chico, bastante interesado.
- Aún nada, supongo que mañana me dirán.
- ¿Mañana? Nístrim, ¡Ya llevas acudiendo a tres sesiones!
- ¿Y? ¿Qué pasa?
- Que ya son demasiadas. Sea como sea, mañana debes terminar.
- ¿Estás loco? Iré cuanto haga falta, Óliver. Nunca me había sentido tan bien. Allí puedo hablar con total libertad; ellos me escuchan, me entienden y me quieren ayudar. Desperdiciar algo así sería de insensatos.
- Insensata estás siendo tú ahora, niña. ¿Es que no recuerdas lo que hemos estado hablando? Ellos representan los monstruos de tu subconsciente. Si te encuentras demasiado... Si disfrutas allí dentro, si prefieres su compañía a la del resto, si te encuentras mejor allí que en el exterior, estarás perdida. ¿No te das cuenta? Debes acabar cuanto antes o morirás.
- Oh, por favor, Óliver... ¿Crees que me tragué todo aquello? Esos tíos son sólo un grupo de psicólogos, sin más. Yo llegué en el momento oportuno al lugar adecuado y ahora tengo la suerte de recibir ayuda psicológica gratis. Y no hay más vuelta de hoja. Y pienso aprovechar esta oportunidad al máximo.
- Por favor, Nístrim... ¿No ves que no te están ayudando en nada? Sólo te escuchan, igual que te pueden escuchar tus amigos. Ellos no son simples psicólogos; son tus pensamientos más ocultos: el amor, el temor, el sexo, el odio, la angustia, la agresividad, la muerte, el rencor, la envidia, la tristeza y la ignorancia. Si son sólo ellos los que saben de ti, si sólo a ellos les expresas tus pensamientos; no estás haciendo nada. Todo lo que digas se quedará ahí dentro y de ti depende no quedarte tú también. Debes abrirte, pero abrirte a los demás, no a ellos ¿entiendes? Recuerda que vivir es convivir, no cerrarse en uno mismo. Ya sé que es muy fácil sumirse en uno mismo y dar la espalda al amor, viéndolo como un imposible que no merece la pena. Pero debes hacer un esfuerzo, Nístrim, porque si te cierras en ti, si te empeñas en encerrar todo lo que sientes en el subconsciente y decides dar la espalda a la realidad, acabarás ensimismándote.
Entonces me di cuenta. Óliver me había abierto los ojos. Ellos no iban a matarme si no conseguía solucionar mis problemas... ¡Lo haría yo! No se trataba de una muerte física, se trataba de una muerte psicológica..., acabaría retirándome a un claustro interior, ensimismada hasta el fin de mis días. Esa era la muerte que me esperaba.
- Oh, Óliver... gracias- Le dije con los ojos húmedos - De veras pareces mi conciencia... - Le di un beso y me dirigí a la calle.
- ¡Eh! ¡Que no te has tomado el café!
Fui a una cabina y llamé a mis amigas para ver si les apetecía quedar para tomar algo.

- Chicas- Les dije mientras ponía mi cazadora tras la silla.- ¿No os parece muy triste que nunca hablemos de verdad?
- ¿A qué te refieres?- Me preguntó Dafne.
- A ser más profundas. ¿Os dais cuenta de que si las cuatro nos abriésemos más a nosotras mismas, sin miedo ni vergüenza, todo sería más fácil?
- Abrirnos... ¿En qué sentido?- Preguntó Carol.
- Mira, todas tenemos problemas, pero a veces creemos que son insignificantes y los guardamos para dentro. Pero, qué pasa, que se van acumulando y llega un momento en que nos duelen y nos hacen sentirnos mal. Este sentimiento se exterioriza inconscientemente y nos hace comportarnos erróneamente con el mundo que nos rodea, que intenta ayudarnos inútilmente porque nosotros no le damos la oportunidad de saber qué nos ocurre. ¿Me seguís?
- Tal vez.- Respondió Lucía.- ¿Quieres decir que si nos contamos nuestras preocupaciones podríamos ayudarnos entre nosotras? Pero eso es de cajón.
- Claro que es de cajón, Lucía, pero nunca lo hacemos. Basamos nuestras conversaciones en charlas superficiales en lugar de hablar de lo que realmente nos preocupa. Supongo que si nos abriésemos más entre las cuatro, nos uniríamos más y seríamos más felices. Ese comportamiento nos ahorraría frustraciones innecesarias y psicólogos.
- Yo es que me siento mal.- Dijo Carol.- Pero no sé por qué. Es una angustia que no sé explicar.
- A mí también me pasa eso, Carol. Está todo en el subconsciente y sólo se saca de ahí expresándolo todo. Lucía, tú eres de artes también, algo te sonará de los surrealistas ¿no? Al principio cuesta, pero si consigues empezar es muy fácil. Tú habla, di lo que se te ocurra, no pienses, sólo di lo que piensas, sin miedo al ridículo ni nada por el estilo; simplemente exterioriza tus sentimientos.
- Joder, tía, cómo se te va la pinza.-Dijo Carol.- Llevas unos días... ¿Pero qué hacéis en ese taller?
- ¿Qué taller?- Pregunté extrañada.
- El de literatura, ese que lo organiza un grupo de filósofos.- Me aclaró Carol, recordándome la trola que me inventé el día anterior para ocultar mi ocupación matutina.
- Nos enseñan que el ocultar en exceso todo aquello que sentimos, nos lleva a la muerte de la sociabilidad. Vamos, que si somos tan cobardes de no expresar lo que sentimos acabamos encerrándonos en nosotros mismos. ¿Entendéis?
- Y utilizáis la escritura como un medio para exteriorizar lo que sentís, como hacen los poetas.- Añadió Lucía.
- V... sí, sí, exacto. Cada uno tiene su forma de expresión. Supongo que para ti, Lucía, será el dibujo.- Ella asintió con un movimiento leve de cabeza.- Carol, tú un día me comentaste que, en ocasiones, te daba por escribir paranoias ¿no? ¿Veis? Yo sólo digo que si lo expresásemos hablando, nos ayudaríamos un montón.
- ¡Uf! Qué tarde es... - Dijo Lucía mirándose el reloj.- Debo irme.-Y se fue.
Y después Dafne y, un poco más tarde, Carol.
Yo me quedé allí, sola y perdida, con unas ganas irrefrenables de hablar con alguien como lo hacía en el ascensor seis. Pero no podía volver allí, no debía. Así que me dirigí al bar de Óliver.
- Que raro tú aquí a estas horas.- Me dijo con esa sonrisa que tenía el poder de apaciguar mi karma.
- Óliver, no lo voy a conseguir, no podré... – Le abracé y me eché a llorar como una magdalena sobre su hombro.- Acabo de estar con mis amigas y es imposible. No me es posible abrirme del modo que lo hacía en el ascensor seis con ellas; no puedo... si lo hago me tomarán por una loca y me quedaré sola.
- Nístrim, tú no estás sola ¿vale? Me tienes a mí. Y no estás loca, que si tú estás loca, dime cómo estoy yo...
- ¡Tú estás bien! Y menos mal que estás... si no hubiese sido por ti, me hubiera dado cuenta de nada...
- Es que soy tu conciencia.- Me dijo con una sonrisa, recordándome la conversación que tuvimos al mediodía.- Y te prometo que a mí me lo puedes contar todo, hasta la más mínima paranoia ¿vale? Deja para tus amigas todas tus batallitas amorosas.
- El amor no existe, Óliver.
- ¿Cómo que no? ¡Con lo que te quiero yo a ti!
- No me refiero a ese amor. Por cierto, según tú, las sesiones deberían durar hasta que tratásemos todos los temas ¿no? Pero si debo acabar antes de que me encierre en mí misma, debería terminar mañana... Eso es imposible, Óliver, ¿Cómo podré lograr... ?
- Tú tranquila, ya verás como todo sale bien. Sólo debes recordar que los temas que te faltan son: angustia, agresividad, muerte, rencor, envidia e ignorancia.
- Últimamente he oído mucho la palabra tranquila, y poco menos que nerviosa ha conseguido ponerme.

2 cafés:

Anónimo dijo...

jeje, q interesante se está volviendo estooooo!!!! pon ya el siguiente, q ahora m voy a clase y como knd vuelva no esté.. t kdas sin puerta, ya sabes!!!! =)
bxits wapi!
PauLa

Adriana Bañares dijo...

Pero qué pasa, Paula? Que desde que te levantas ya estás aquí? Bueno niña... iba a esperar a que alguien más me comentara algo, pero como veo que si lo hago me voy a quedar sin puerta, aquí va el décimo.