martes, noviembre 28, 2006

Capítulo 13: Ascensor número Cuatro

Ascensor número cuatro


Como cada mañana, el sábado fui al bar de Óliver, antes de entrar al Boulevard.
- Parece que ayer hubo fiesta... – Me dijo con una sonrisa.
- ¿Tanto se me nota? - Le pregunté mientras me quitaba una legaña del ojo derecho.
- Nada que no solucione un café solo. Cuéntame, ¿Qué tal anoche?
- Surrealista.- Aún, a día de hoy, me pregunto por qué utilicé aquel adjetivo.
- ¿Qué? ¿Pues qué pasó? – Me preguntó tras una risilla burlona.
- Nada, déjalo. Paranoias mías. Fue... como cualquier otro viernes. Alcohol, rock y algo de sexo.
- Pues que bien ¿no? ¿Y la sesión de hoy? ¿Te has preparado algo?
Negué tímidamente con la cabeza.
- ¿Qué? ¡Nístrim!
- Ya se me ocurrirá algo sobre la marcha, tú tranqui. Angustia, agresividad, envidia, ignorancia, muerte, rencor y tristeza ¿no?
- Sí. – Afirmó abatido.
- Pues bueno, yo me voy para allí. ¡Ciao!
- ¿Y el café?

Boulevard de los sueños rotos, primera planta, ascensor número seis.
Como cada mañana, Vera me saludó alegremente. Pero hoy había algo diferente en el ambiente. Había gente. Cada uno entraba en un ascensor diferente, o salía. Con expresiones diferentes, diferentes modos de vivir, de pensar. Allí se veían viejas sin futuro, pijas frustradas, curas sin fé, putas reclamando amor, divorciados traumatizados, criminales sensibles...
Frente al mostrador, un chico hablando con Vera. Me recordaba a mí el día que llegué. Me dio pena y me pregunté por qué habría llegado él hasta allí, qué problema tendría. Estaba desconcertado por lo que le decía Vera. Supongo que le estaría negando que aquello era un supermercado y diciéndole algo acerca de un libro. Sin embargo, tal y como hice yo, se encaminó hacia el ascensor que le dijo. Cuando se volvió y le vi el rostro me quedé helada. Me di la vuelta rápidamente, pero él me reconoció.
- ¡Nístrim! ¿Cómo tú por aquí? Oye, ¿Qué es esto? ¿Están todos locos o qué? No sé qué me dicen de un ascensor y de que ojalá se solucione pronto mi problema. ¿Qué problema?
- ¿Quieres callarte? – Le pregunté excesivamente borde al hombre que me traicionó, me decepcionó y se me apareció en los ojos de otro hombre. - ¿A qué ascensor debes ir? – Le pregunté moderadamente para suavizar la situación.
- Al cuatro. – Me dijo en un tono frío y tímido.
- ¿Sabías que soñar con el número cuatro es augurio de desintegración o de una pérdida definitiva? – Me salió del alma. – Por cierto, ¿qué tal con Sonia? – Una revista femenina me enseñó que lo mejor en estos casos es comportarse amablemente, como alguien que se preocupa por su amigo. Nada de borderías que delataran mi sentimiento.
- ¿Sonia? Esto... nada. Aquello sólo fue un rollete. Una tontería. Oye, no nos vemos nada ¿Por qué no quedamos algún día?
No me lo pensé dos veces.
- No. No, ahora ando muy liada. Estoy escribiendo una nueva historia. Pero si sigues el camino de la carretera te aseguro que te encontrarás con algún puti-club. Bueno, me tengo que ir. Me esperan en el ascensor seis.
Y me fui meneando el culo, orgullosa, para que viese lo que se perdía.
Me metí al ascensor con una felicidad extraña y una sonrisa de gilipollas.

1 cafés:

Anónimo dijo...

wapi! a ver, un comentario profundamnt profundo.. pfff, no m sale nada interesante..toy empanada..prometo q el siguiente lo será! =)
weno, se m acaba d ocurrir ponerte esto: "apunta hacia la luna y al menos llegarás hasta las estrellas..."
kisses nena!