domingo, noviembre 26, 2006

Capítulo 3: Humillación Sentimental

Humillación sentimental




- Vale, empiezo yo: Humillación sentimental.- No entendía muy bien a qué se refería con aquello, sin embargo, dejé, sin rechistar, que comenzara a preguntar.- ¿Crees en el amor?
- No. Creo que es una utopía del marketing. Una excusa para perdonar el sexo, la lujuria y la perversión, que aún, a día de hoy, son tabúes en la sociedad.
- Pero tú te has enamorado.
- Depende de a qué llames tú enamorarse. Si enamorarse es sentir por alguien algo diferente a lo que sientes por cualquier otro, pensar en él sin venir a cuento, idealizarlo y querer estar con él en cada momento, sentir cosquillas en el interior cuando te está mirando, comportarte de manera diferente cuando estás con él, tener celos de cualquiera y sentirte humillada, sucia y débil cuando no te corresponde... Si enamorarse es eso, entonces supongo que yo si lo he estado.
En ese momento, uno de los presentes me acercó una silla y me invitó a sentarme. Parecía que aquello iba a ir para largo...
- Últimamente, ¿has vivido alguna experiencia relacionada con el amor?
- Más que una experiencia, una pesadilla.- Dije indiferente mientras miraba mis uñas y las espantosas briznas, producto de unos nervios inexplicables.- Yo me enamoré, como sólo los tontos saben hacerlo. Y me engañaron, como sólo a los enamorados saben hacerlo. Fue tan humillante... Yo sentía por él todo lo que dije antes, y creí que él por mí también sentía algo parecido. A causa de mis ideales liberales, cuyo lema es nunca te pilles por un chaval, y por lo tanto, no al compromiso, etc. decidimos que lo nuestro sólo fuese deseo. Encuentros esporádicos en las noches de sexo y alcohol. Para mí aquella decisión no era problema alguno, ya que era el tipo de relación que cualquier liberal como yo deseaba mantener. Sin embargo él no supo jugar, él no pudo evitar decir que me quería, que sentía algo especial por mí. A partir de ahí todo fue más difícil. Cuando me veía me saludaba con una sonrisa de complicidad, me pedía perdón por no hablar conmigo con más frecuencia y decía admirar mi forma de ser, de pensar, de escribir, de dibujar... Me hizo creer que me quería. Entonces me cambió, o eso creí yo, y empecé a traicionar mis ideales porque creí haberme enamorado de él. Empecé a tener esperanzas. A sufrir.
Pero un día, en clase de dibujo artístico, todo cambió. Y mi nuevo mundo se desmoronó enseñándome un nuevo camino que me llevaría de vuelta a mi forma de vida liberal. Aquel día todo estaba muy apretado, las mesas demasiado juntas, la gente demasiado próxima... Agobio y calor. El agobio se adueñó de la situación y mi cabeza comenzó a dar vueltas en mi interior, como si mi cerebro quisiera ordenar mis ideas. Mis compañeras de clase con las que más confianza tenía, se acercaron a Sonia, que parecía estar contando algo muy interesante. Yo pasé de aquello y me quedé en un lugar cualquiera, dibujando paranoias que representaban todo lo que sentía, lo que no me atrevía a expresar por palabras...
- ¿A qué te refieres? ¿Qué deseabas expresar con tus dibujos?- Me interrumpió uno de los hombres.
- Supongo que los monstruos del subconsciente de los que alguna vez me había hablado Freud. Casi todos mis dibujos se basaban en cosas extremadamente surrealistas cuyo significado sólo conocía yo. O, al menos, eso espero. No me haría mucha gracia que los demás supieran qué alberga mi subconsciente.
- Mientes.- Me interrumpió otro de los allí presentes.- Si realmente quisieras eso, no lo dibujarías. Tus dibujos funcionan como un medio de expresión, de comunicación; y tú lo sabes. Apuesto a que te sientes muy diferente al resto de la gente que te rodea y tienes miedo de hablar de tus pensamientos más íntimos, y no tan íntimos, porque no lo entenderían. Dibujas eso para que sólo alguien como tú pueda entenderlo, para que sólo te puedan conocer los que se lo merecen. No puedes dar tu confianza a cualquiera porque con su ignorancia, a la larga, te harían mucho daño.
En un principio creíste que ese chico del que hablas era esa persona, ese quien sabía qué significado albergaban tus dibujos surrealistas y, por lo tanto, el único que te conocía realmente. Pero no fue así... Él resultó ser igual que los demás y por eso consiguió herirte, porque le diste todo y él te traicionó.
- Todo no. Yo nunca lo doy todo.
- ¡Shh... !- Interrumpió la mujer del principio, la de la humillación sentimental.- Creí haber dejado bien claro, al principio de la sesión, que iríamos por partes. Ya hablarás cuando sea necesaria tu intervención, Hugo; ahora me toca a mí. Sigue con tu historia, Nístrim.
Cogí aire y me dispuse a proseguir con la historia tan surrealista y amarga que me tocó vivir hacía unos meses.
- Estaba yo en mi mundo, con mis dibujos, cuando escuché sin querer lo que estaba contando Sonia. Un montón de chorradas sin sentido, típicas de una pija que sólo quiere vender su intimidad para obtener popularidad. Qué triste es la existencia humana... Sí, sí, me lié con él, dijo Sonia excesivamente eufórica. El resto de las chicas aplaudían lo que había hecho porque, al parecer, el chico con el que había estado era un buen partido. Ella siguió diciendo y qué bien me lo pasé, yo que estaba desesperada porque llevaba cinco días sin llegar al orgasmo... ¿Cinco días sin llegar al orgasmo? Al escuchar esto me reí... No podía entender cómo contaba tal cosa ¡y a tanto volumen! ¡Que todos los allí presentes se estaban enterando! Aunque, como ya he dicho antes, eso es lo que siempre pretende conseguir esa chica: llamar la atención. Pero nadie hizo un comentario al respecto. Seguro que si lo hubiera dicho cualquier otra, la habrían tachado de frígida o hubieran hecho algún chiste ácido. Sin embargo, nada de eso ocurrió. Al contrario, una de mis compañeras más allegadas le preguntó que si se la había chupado. Por favor, ¡eso cada vez se parecía más a un programa cutre de falso periodismo de color rosa y prostitución verbal, que a una clase de dibujo! Ella contestó orgullosa que sí. Yo, mientras tanto, seguía a lo mío, sumida en mis pensamientos más ocultos y en mis dibujos más surrealistas. Poco después llegó él, el que fuera mi chico. Aquel día le vi peor que nunca. Al contrario que el resto de las veces, le vi desmejorado, feo, ordinario... Y su sonrisa, la que me desconcertaba cada mañana, aquel día era diferente, más... ¿alegre? Y sus ojos ya no me otorgaron aquella mirada de complicidad... Entonces, aterrada, me di cuenta de la tristeza de la situación: no me miraba a mí, miraba a Sonia. Él se acercó a ella y la besó ante la emotiva mirada del resto de mis compañeros. Ante aquella humillación intenté levantarme del taburete, pero no podía; estaba atrapada entre él, mi mesa y la mesa de detrás. Estaba sudando y determinadas lágrimas bajaron por mis mejillas desde mis ojos. Cada gota, tanto de sudor como lágrimas, parecían salir de mi interior como sentimientos que deseaban escapar por cada poro de mi piel. Mis lágrimas como advertencia de que debía expulsar de mi interior todo aquello que me estaba secando y esterilizando. Todo aquello que no me dejaba ser yo. Qué triste situación, atrapada de ese modo tan patético y desengañada de forma tan humillante... Cuando al fin logré levantarme, se me hizo eterno pasar entre aquellas filas de mesas tan apretadas... Todo aquel día estaba tan apretado, tan próximo... ¡Qué agobio! Fui apartando con fuerza las mesas, superponiendo unas contra otras, tirándolas... Y caminé por la clase gritando como una loca y tirando todo lo que encontraba a mi paso: pinturas, aerógrafos, dibujos, caballetes... Estaba exteriorizando de alguna manera el caos que albergaba en mi interior y, sin embargo, no parecía importarle a nadie. Todos estaban pendientes de ellos dos y ni siquiera se habían percatado del destrozo que yo estaba llevando a cabo. Y ante tal ignorancia me volví a mi mesa, a terminar el dibujo tan surrealista con el cual intentaba expresar tal oculto sentimiento, mientras, tonta de mí, no dejaba de preguntarme ¿se habría quedado conmigo si, en su momento, yo se la hubiera chupado? Y, sin más dilación, creo que este es un buen ejemplo de Humillación Sentimental.-
Observé la situación. Todos escribían absortos en sus papeles, excepto la mujer que me entrevistaba, que escribía palabras sueltas en la pizarra. Llorar, gritar, mesa, ofensa... Aquello era tan extraño... Me estaba abriendo a unos completos desconocidos, extraños y desconocidos. Y mi sentimiento de terror se transformó en tranquilidad y confianza. Comenzaba a sentir una confianza ciega en aquel grupo de personas que, curiosamente, parecían ser la clase de especialistas psicológicos que buscaba.
- ¿Qué es, exactamente, lo que sentiste cuando descubriste que Sonia y él estaban liados?
- No lo sé exactamente... Supongo que en el fondo tenía miedo ya que, de una u otra forma, había defraudado a mi yo liberal que tanto adoraba. Por una parte quizá me sentía tan mal porque realmente se trataran de celos. Esos a los que tanto temo porque, en esta vida, como en el amor, los celos son los causantes de tanto dolor. Me juré a mí misma no ser celosa para no sufrir ni hacer sufrir a quien quisiera, (en el hipotético caso de que alguna vez llegara a querer)
- Te contradices mucho. En un principio niegas la existencia del amor, luego dices haberte enamorado, y ahora dices ser incapaz de querer a alguien.- Me dijo la mujer mientras observaba confusa toda aquella cantidad de palabras que escribía sin cesar en la pizarra.
La verdad es que tenía razón. Yo estaba muy confundida, siempre lo había estado. Tal vez lo que realmente sentía era que el amor, del que siempre hablaban en las novelas y en las películas, no existía. O, al menos, el amor correspondido. Es imposible que dos personas sintiesen lo mismo recíprocamente. Uno de los dos pondría más y el otro sólo querría más. ¡Era de cajón! Siempre era así. Y el amor de antaño, ese que, decían, soportaba el paso de los años, era una utopía como la que más. Cuando veo en la calle a alguna pareja de ancianos me pregunto si realmente existe el amor. ¿Cómo pueden seguir juntos después de tanto tiempo? ¿Cómo... ? Tal vez sólo sea el temor a vivir solos el resto de su vida lo que les obliga, en cierto modo, a permanecer juntos. Porque no puede ser real, de ninguna manera. No puede existir el amor.
Me quedé callada, sumida en mis pensamientos, que ya no podrían ser sólo propiedad de mi mente porque todo quedaba reflejado en aquel monitor. Y ellos, los que estaban allí sentados como estudiantes de periodismo, copiaban sin parar en sus papeles intentando solucionar mi problema que, al fin y al cabo, no era más importarte que el de cualquier otro. Me sentía incómoda hablando tanto del amor, deseaba con todas mis fuerzas que esa mujer se sentara con los demás y dejara el turno a cualquier otro. ¿Cuándo se darán cuenta de que el amor no es un problema? Que el problema sólo aparece cuando se ve amor en donde no lo hay. Sin más.
La mujer se sentó con los demás.
- ¿No va a ayudarme con este tema?- Le pregunté extrañada.
- Tendrás tu respuesta mañana, cuando lo hayamos analizado a fondo. Puedes irte.
Me quedé quieta, sin reaccionar. No sé muy bien porqué pero allí me sentía realmente a gusto.
Me levanté, fui hacia el ascensor, me volví hacia ellos, bajé la cabeza y entré en el ascensor seis con una sensación completamente diferente a la que sentí la primera vez que me metí en él.
Una vez se abrieron las puertas hacia el supermercado, la mujer de la recepción me preguntó que qué tal me había ido la sesión.
- Bien... - Le dije confusa, ya que mi ser había estado a gusto contando sus sentimientos, pero no había conseguido una reflexión sobre ellos.- He estado cómoda. Tengo que volver mañana.
- Eso está bien.- Me dijo la chica.- Que hayas estado a gusto, digo. La verdad es que te admiro, chiquilla, salir con esa calma moral del ascensor seis... Te han tocado los más profundos. Por cierto, mi nombre es Vera.
- Encantada. Yo soy...
- Nístrim, lo sé.- Vera me sonrió y se sentó tras el mostrador.
Yo me metí en el ascensor cero, camino a la realidad.

2 cafés:

Anónimo dijo...

Hola Adriana!!!la verdad es que me an gustado las historias, y decirte que tienes talento para escribir,aunque alguna parte no la he entendido porque yo tambien a veces no se lo que quiero, espero que vuelvas a escribir otra historia porque de verdad me han gustado.

Adriana Bañares dijo...

gracias, pero en realidad no es más que una historia dividida en capítulos. Gracias por tu perseverancia en leerme; espero que te gusten estos siguientes CAPÍTULOS y lo dicho, si quieres más, deja comentario.
Un beso, Adriana.