lunes, noviembre 27, 2006

Capítulo 8: Sexo

Sexo



Y allí volví, al ascensor seis. Me senté en el mismo lugar de siempre, esperando que uno de ellos se levantara, fuera hacia la blanca pizarra y escribiera el tema del que trataría la sesión.
Esta vez se levantó una mujer aparentemente más joven que la del primer día, tal vez lo aparentaba debido a su atractivo físico. Una chica alta y delgada, con una melena negra que le caía por la espalda, y sus ojos, negros y pequeños, eclipsaban el resto del rostro debido a la belleza misteriosa que desprendían.
Sexo, escribió sexo en la pizarra y se sentó en el suelo. De pronto, un silencio se hizo en la habitación. La mujer del primer día me miró y me hizo un gesto, indicándome que debía hablar.
- Lloré sin saber por qué, pero no era llorar, era sentir calor en los ojos. Los notaba cálidos y húmedos... Ardían. No sé por qué, pero el dolor que albergaba en mi interior era grande, enorme como la lava que espera paciente dentro del volcán.
Canciones que nunca me sonarán igual porque siempre me recordarán a él hasta el fin de mis días. Quisiera borrar eso de mi subconsciente para que pueda volver a escuchar fortune faded de Red Hot Chili Peppers como antes, sin rememorar cada segundo que pasé con él aquella noche mientras me besaba apasionadamente, mientras me tocaba con esas manos que durante tanto tiempo admiré cuando lo veía en clase de volumen, creando con ellas vida a partir del inerte barro.
Arden, cuando pienso en todos aquellos que me quisieron sólo para el sexo. Y no me importa lo más mínimo, porque sólo soy una feminista liberal que sólo utiliza a los hombres como juguetes sexuales, pero no soporto que me intenten hacer creer que yo para ellos soy algo más que eso. Son mentirosos y lo disculpan todo con argumentos ignorantes del tipo: los hombres actuamos por instinto, es nuestra naturaleza. Imbéciles, ¿no se dan cuenta de que somos cultura? Que la excusa de las naturaleza no sirve en los humanos. Estamos cargados de sentimientos que nos modifican el estado de ánimo.
Por ningún otro sentí nada especial, todo eran tonterías, unos momentos de diversión y entretenimiento con alguien del sexo opuesto. Huía del amor a toda costa e hice daño a más de uno que sí sintió realmente algo por mí. Soñaba con una vida hippie repleta de sexo, alcohol, música buena y un sueño de cambiar el mundo. Morir joven y borrar de la mente los conceptos celos y envidia, que son dos cánceres dentro del cerebro de cualquier ser humano. O unos amigos bohemios y amantes de la filosofía, que organizaran fiestas eróticas en un loft en el centro de la ciudad, bajo una tenue luz y música de Garbage y Marlango. Ambigüedad y sexo fundidos en orgías en las que todo valía, donde la bisexualidad se convertía en un arte y la muerte en algo bello y poético. Pero yo no conseguía aquello.
Mi mentalidad sádica y morbosa se vio sola en un mundo superficial, en donde se juzgaba a la gente por su modo de vestir y la música que escuchaba, en lugar de por su forma de pensar. Góticos aquellos que visten de negro y escuchan Cradle of filth; hippies aquellos que, hartos de marihuana, se gastan una fortuna en tiendas cuya ropa imita lo humilde, escuchan música experimental y exaltan el arte sin apenas comprenderlo. Sólo interpretan un papel que les permita ser algo en una sociedad superficial tan triste como la belleza exterior de una catedral renacentista que alberga en su interior un manantial de mentiras que engañan a millones de personas ignorantes y vacías que necesitan creer en algo divino para dar sentido a sus vidas.
Los hombres son tan fáciles... Incluso Ulises casi cayó en la trampa de las sirenas...
Absorta en mis pensamientos me quedo de vez en cuando mirando al infinito, intentando encontrar una aplicación coherente a mi comportamiento. Tal vez sólo se trate de cobardía, que yo no me atrevo a amar y me da miedo que me quieran. El sexo es más fácil y no da tantas complicaciones. Te hace olvidar el dolor y los problemas.
Temo al amor porque lo veo como una amenaza hacia mi libertad.
- Has hablado de la ambigüedad y has calificado la bisexualidad como un movimiento artístico.- Me dijo la chica de mirada misteriosa.- ¿Es una admiración o es que tú eres bisexual?
- No voy a negar que haya tenido alguna experiencia bisexual y que las relaciones lésbicas me parezcan realmente excitantes, pero yo no podría enamorarme de una mujer. No soy bisexual.
- Pero tampoco te ves capaz de enamorarte de un hombre. Entonces... ¿Tampoco eres heterosexual?
- Soy sexual, punto.
- ¿Una ninfómana?
Me empecé a reír. ¿Ninfómana? Me habían llamado de todo, pero ninfómana... Qué ataque de risa.
Tuve que callarme repentinamente al descubrir que todos me miraban severamente.
- No creo que sea una adicta al sexo porque sé controlarme. Yo no me paso el día pensando en ello. ¡No soy una adicta al sexo...! Pero me gusta experimentar nuevas emociones. Tengo diecisiete años y un montón de ganas de probarlo todo y de contar cosas. Escribir es mi vida pero no todo sale solo y debo buscar cosas que me inspiren, para escribir sobre lo que sé, no sobre mí, pero sí tener un referente personal para que mis historias puedan ser más profundas; más humanas.
- ¿Qué piensan tus amigos de esto?
- Con ellos no he tratado el tema del sexo como lo he hecho aquí y, por lo tanto, no saben realmente lo que siento, ni la clase de vida bohemia que me gustaría vivir. No creo que lo entendieran, lo verían como veo yo al amor, como una utopía. Ellas no son la clase de amigas que yo desearía haber tenido. Son sólo tres, y muy diferentes a mí y entre ellas. Supongo que ellas me verán como a la amiga ligona que cada fin de semana se enrolla con un chaval. Y supongo que, en cierta medida, me admirarán porque yo nunca me pillo por un chaval y sé diferenciar lo que es un simple rollo, de una relación. Ellas, aunque intentan tener esa mentalidad que me caracteriza, no pueden evitar pillarse por un tío y esperar que aquello que vivieron con él se convirtiera en algo más serio. Por eso tal vez me envidien, porque mi comportamiento me evita disgustos y frustraciones debidos a aquello llamado amor. Aunque yo tampoco pude escapar del amor, o lo que fuese, y no puedo negar que sufriera a causa de aquella humillación sentimental... Pero mi orgullo y la imagen de liberal que tienen mis amigos de mí, me impedía revelarles mi tristeza. Además, dentro de lo que cabe, tampoco me hizo tanto daño, ya que a la semana siguiente de aquello me lié con uno de sus amigos y borré al otro del mapa. O soy muy fuerte o confundí sentimientos, y resulta que él fue sólo uno más; que por él tampoco sentía nada...
¿Saben? Una vez un chico me aconsejó que la mejor manera de salir de los problemas era contándolo todo. Pero no de manera superficial como es costumbre hacer, sino sacando, exteriorizando todo lo que tenemos dentro. Siendo totalmente profundos... Expresar todo aquello que guardamos en el subconsciente. Yo, tonta de mí, creí que sería sencillo, pero hoy, mientras cuento todo esto, me doy cuenta de que no puedo. Intento pensar, dejarme llevar y sacar todos esos monstruos de mi mente, pero me doy cuenta de que esos sólo se exteriorizan en mis sueños y en mis dibujos surrealistas. Esos que si los analizas demasiado asustan. Suicidio, sexo, dolor, ojos que te acechan... Un mundo interno en lo más profundo de mi mente que no quiere salir, a sabiendas de que exteriorizándose me ayudarían a ordenar mis pensamientos. Si supiera de dónde vienen realmente mis miedos, mi manera de comportarme en el ámbito sentimental... Todas esas respuestas se encuentran ahí, pero ellos no me ayudan, porque no quieren salir... ¡No quieren ayudarme! ¡No quieren salvar al ser que les da cobijo! Y pensar que yo soy una gran defensora de los okupas... Desagradecidos pensamientos.
Volviendo al tema de antes, el de la bisexualidad, una vez tuve un sueño muy extraño, aunque esta característica no es muy anormal en los sueños. El sueño en cuestión estaba protagonizado por tres personas: un gay, un indigente y una pija sin sentimientos. Los tres eran jóvenes y atractivos y convivían de forma casual en un antiguo caserón, oscuro y siniestro. El gay era amigo de los dos, sensible y comprensivo. Ella tenía más afinidad con el gay y mostraba indiferencia hacia el pobre, aunque en el fondo parecía sentirse atraída por él. El pobre era muy reservado, quizá demasiado, y no se sabía nada de él ni de su personalidad. El sueño trataba de los viajes astrales. De este modo, mientras el indigente dormía, su cuerpo astral, invisible, se encontraba con el gay y la pija, que hablaban de él en la habitación contigua a la que se encontraba él durmiendo. En ese momento yo era el pobre, bueno, su cuerpo astral. El sueño era continuamente así, y yo era siempre el cuerpo astral de quien estaba durmiendo. Vamos... que yo era los tres personajes. El sueño terminaba con una relación sexual protagonizada por los tres, en la que quien más disfrutaba era ella, en la que ella era yo.-
La chica iba escribiendo en la pizarra: música, barro, infidelidad, suicidio, tres, castillo, orgasmo.
- ¿Cuándo tuviste este sueño?- Me preguntó mientras dibujaba la última “o” de “orgasmo”.
- Anoche, fue anoche.
- ¿Recuerdas qué soñaste la noche que, estando enamorada de aquel chico, te liaste con otro?
Me quedé pensando, intentando recordar y, al fin, logré acordarme del que soñé la noche que me lié con el tercero.
- Con el tercero. Aquella noche tuve un sueño muy diferente al que he contado antes. En este yo era yo, y estaba con bastante gente, conocidos y desconocidos, en la rivera de un río no muy ancho. Yo no sé qué hice que me fui hacia atrás, me resbalé con el barro y caí al río, que me cubría por completo. No conseguía salir a la superficie y una culebra pequeña pero muy fea, de aspecto repulsivo, verde oscura y con dientes, me mordía en la pierna. Al percatarme de ello, intentaba matarla inútilmente, consiguiendo sólo que me mordiese en la mano. Al final, alguien lograba sacarme de allí. Fin.-
La mujer seguía escribiendo palabras: protagonismo, río, barro, serpiente, verde, dientes, pierna, mano.
El resto de los allí presentes, como los anteriores días, escribían sin cesar en sus papeles, y la chica de mirada siniestra volvió a sentarse en el suelo, como hizo al principio de la sesión. Miró al suelo y movió la cabeza de un lado a otro, como si no tuviera solución. A continuación, se levantó y fue hacia la mesa, donde cambió su posición con un hombre joven que se dirigió a la pizarra. Borró todo aquello que escribió la chica y, en su lugar, escribió: “Odio”.
- Nístrim, dime, ¿Qué odias?
- El sentimiento de angustia que da pensar en la eternidad. Eso sobre todo; aunque también me odio a mí misma cuando las canciones de Laura Pausini quieren hacerme llorar. Odio a todos aquellos que se empeñan en conformarse. A los líderes y a todos aquellos que quieren hacerme creer que son superiores a mí. Odio a todos aquellos pequeños pueblos con complejo de sectas, en los que reina la hipocresía frente a la personalidad, donde hay que ser mala persona, un falso, para que no te coman. En definitiva, odio a todo aquello que me intente restar libertad. Es que el odio es algo bastante subjetivo... la ignorancia, la injusticia, la represión..., a aquellos sumisos que se dejan manejar, a los hijos de puta que maltratan. Odio el machismo con todas mis fuerzas y a todo aquello que lo apoye, como los fascistas. Pero es que vuelvo a lo de antes...
- ¿A ti te odian?
- No sé si realmente me odian... Más bien me ven como una amenaza. Por ejemplo, el padre de una amiga mía... por alguna extraña razón no soporta que su hija y yo seamos amigas. No sé si es porque cree que soy una mala influencia o qué- Me reí levemente y proseguí.- Puede que me envidien en cierta medida, que les dé rabia mi forma de actuar, de pensar y de sentir. Pero no creo que haya alguien que verdaderamente me odie. Creo.
- Muy bien, Nístrim, ha sido demasiado por hoy. Te esperamos mañana.
Pero yo no me quería marchar, me sentía demasiado bien allí, sacando de mí tanto sentimiento. Nunca antes había hablado así con alguien y, ahora que lo había hecho, me gustaba. Menos mal que al día siguiente volvería a repetir la experiencia que, en un principio, llegó a aterrorizarme.
Así que salí del ascensor seis y, en recepción, entre detergentes y comida envasada al vacío, se encontraba Vera, sonriente como cada mañana.
- ¿Qué tal te ha ido hoy? ¿Has estado a gusto?
- Sí, Vera, mejor que nunca. Me siento como si me hubiera quitado un gran peso de mi interior.
- Me alegro. ¡Hasta mañana!

2 cafés:

Anónimo dijo...

siguienteeeeeeeeeee!!! jeje
m sabe a poco ir a capitulo x capitulo!!sniff
anda xfi vengaa! jeje
PauLaa!!

Sergio dijo...

Aquí me quedo. Mañana sigo.

Sabes que suelo enrollarme en mis comentarios; pero hoy sólo diré: Muy bien, Adriana.

Muy bien.