sábado, noviembre 25, 2006

Capítulo 2: El Boulevard de los sueños rotos

El boulevard de los sueños rotos



Caminando por la calle oscura y contaminada de la ciudad, llegué a parar a un local bastante agradable cuyas paredes, pintadas con un suave pero estremecedor color azul, me inspiraban una tranquilidad inquieta que me invitó a sentarme allí y tomarme un café solo, muy cargado y solo. Solo como yo, y cargado, cargado de tensiones que no le llevaban a ninguna parte excepto a la locura de pensar que seguiría el resto de su vida solo, inmerso en sus propios pensamientos y esperando pacientemente el día de su muerte porque él era demasiado cobarde como para atreverse a suicidarse.
Volví de mis pensamientos acerca del drama del café solo, cuando me percaté de la presencia de una araña marrón y repulsiva que agonizaba mientras nadaba entre al abrasador aroma del café. Me quedé mirándola hasta que acabó ahogada en la soledad de un café solo. Sólo cuando están muertas desaparece mi aracnofobia, así que la saqué con cuidado del vaso y la deposité sobre una servilleta de papel. Pero cuál fue mi sorpresa cuando la araña, como el Ave Fénix, resurgió de sus cenizas, se levantó, estiró sus extravagantes patas y se encaminó hacia el vaso.
Me asustó tanto que me levanté de un brinco de la silla.
El camarero, al ver la escenita, se acercó a mí y me preguntó que si había algún problema. Yo le respondí con un “hay una araña en mi café”. El chico se asomó hacia el vaso y la vio, la cogió con cuidado y la depositó en la palma de su mano. La araña estaba viva pero no se movía, pero estaba viva y yo no soportaba más esa imagen.
Me dispuse a abandonar el local cuando el chico me detuvo:
- ¡Espera! No deberías asustarte por una araña... Hay cosas peores en este mundo que esta pobre criaturita.
Fue al decir eso cuando volví a mirar la mano del muchacho, que seguía sosteniendo la dichosa araña suicida.
- ¡Ay, por favor! ¡Quita eso de mi vista!
- Pero ¿por qué? No ha hecho mal a nadie... La pobre está asustada del mundo que la rodea: no hay ninguna otra arañita por aquí, y sólo desea terminar con todo. Está sola y todos la odian, todos quieren matarla. ¿Qué mal ha hecho esta pobre araña?
- Contaminarme el café.- Sólo se me ocurrió decir esta
frase, aunque en realidad la absurda hipótesis de la araña suicida que acababa de narrar el chaval, me había hecho sentir identificada con el desagradable animal que protagonizaba mis pesadillas desde que era una niña.
Salí de aquel decepcionante bar y un gato negro me dio la bienvenida a la calle. Pasé de él y crucé la carretera atraída por un portal en donde había una placa que decía “El Boulevard de los Sueños Rotos”. Menudo nombre para un negocio. Creí que esa frase sólo aparecía en determinadas canciones...
Para cuando quise darme cuenta, ya estaba entrando mientras tarareaba “boulevard of broken dreams” de Green Day.
A juzgar por el portal, el edificio parecía ser muy antiguo. Era frío y oscuro y no había escaleras, sólo un antiguo ascensor no apto para claustrofóbicos.
Movida por la curiosidad, subí al ascensor y le di al único botón que albergaba en su interior. Un botó rojo y redondo al que había que pulsar varias veces para que se pusiera en marcha.
Las puertas del ascensor se abrieron a un local muy amplio y blanco, con una luz en exceso que cegaba la vista. Su apariencia era similar a la de un hipermercado, con pasillos formados por estanterías de productos en venta para el consumo doméstico. Miré hacia la derecha y vi a una mujer en un mostrador grande de madera, demasiado rústico, que no concordaba con la estética del supermercado.
- A ver ¿A ti qué es lo que te ocurre?- Me preguntó la mujer.
Me acerqué al mostrador. Ella estaba tras él, rodeada de papeles que intentaba poner en orden.
- ¿Cuál es su problema?- Insistió la mujer.
- Ninguno.- Le respondí.- Yo... Vine a hacer la compra.
La mujer se rió estrepitosamente y añadió:
- Has venido al lugar equivocado.
- Pero... - Dije mientras echaba un vistazo al supermercado.
- ¿De veras quieres añadir esta sarta de estupideces a tu libro?
- ¿Qué?
La mujer se volvió a reír y me dijo: - Ascensor seis.
- ¿Qué?
Tras este segundo qué, la mujer me señaló la pared en la cual estaba el ascensor por el que había salido. A su lado había una hilera de ascensores numerados. Hice caso a la mujer y me dispuse a buscar el ascensor seis. Pulsé el botón y al segundo se abrió, dejando ver un estrecho y chiquitín ascensor que más se asemejaba a un ataúd. En su interior no había botones y, sin embargo, las compuertas se cerraron. Me apoyé resignada en la pared, pero fue hacer esto y caerme de espaldas, ya que tras de mí no había una pared, sino unas compuertas que se abrieron al contacto con mi cuerpo.
- Levántese.- Dijo una voz masculina tras de mí. Miré al suelo y vi que todo él estaba cubierto por una moqueta granate muy suave al tacto. Me levanté y eché un vistazo, sorprendida, a mi alrededor: Tras una mesa curva de madera estaba sentado un grupo de diez personas de diversas edades, vestidos de traje negro. Frente a ellos, en la pared, una pizarra blanca.
Una mujer se levantó del asiento y, separándose del grupo, se encaminó hacia la pizarra.
- Veamos... Tu problema parece bastante simple ¿no?
- Perdone.- Le dije a la mujer.- Yo... Veamos, yo no sé de qué va todo esto. El caso es que he entrado a un supermercado y aquí la peña no deja de preguntarme que si tengo algún problema o algo... Es que no lo entiendo, de verdad, ¿de qué va todo esto?
La mujer cogió un rotulador y me dijo señalándome con él:
- De veras creí que eras más inteligente... No me esperaba esta ignorancia de ti.
Yo me quedé callada mientras la mujer escribía: Humillación sentimental.
- ¿Humillación sentimental?- Le pregunté sorprendida.
- ¡Calla! Aquí las preguntas te las hacemos nosotros. Cada uno del equipo está especializado en un tema diferente. Te haremos preguntas y tú no tienes más quehacer que contestar con sinceridad. Esperemos que salgas de aquí totalmente recuperada.
- ¿Recup... ?- No terminé la pregunta por respeto a lo que acababa de decir la mujer.
- ¿Nombre?
- Nístrim.
- ¿Nístrim...?- Lo dijo extrañada, mientras lo escribía en la pizarra. El resto de los presentes lo escribieron también en sus papeles.
- ¿De dónde es ese nombre?
- No lo sé exactamente, supongo que es de origen árabe.
- Pero tú naciste aquí ¿no?- Siguió preguntando.
- Sí, nací aquí.
- ¿Qué edad tienes, Nístrim?
- Diecisiete.
- Buf, que mal está quedando tu libro. No es muy normal que la presentación de la protagonista aparezca tan tarde...
- ¿Mi libro? ¿Qué libro?- Pregunté extrañada y desconcertada, ya que era la segunda vez que me decían algo parecido.
- Todo lo que piensas y haces queda reflejado al pie de la letra en nuestro monitor. Si conseguimos (y consigues) solucionar tus problemas morales, el libro será terminado y podrás hacer lo que desees con él, pero sí, por el contrario, no se solucionan, tú morirás, siendo éste el final de la historia.
Ignorante de mí, comencé a reírme.
- Una vez más vuelves a decepcionarme, Nístrim... mira.-
La mujer señaló un monitor que estaba ubicado en una esquina y cuya presencia había ignorado hasta entonces. En él vi reflejado por palabras todo lo que pensaba, todo lo que hacía... todos los pensamientos que se me pasaban por la cabeza en ese momento se reflejaban en el monitor a la velocidad de mi mente.
Me quedé perpleja. Comencé a dar vueltas por toda la sala intentando buscar una explicación a toda esa paranoia; pero allí la única que se estaba volviendo paranoica era yo. Corrí hacia el monitor y leí y pensé lo mismo. Aquello era de locos, ¡Menuda pesadilla!
- ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué es esto?- Grité histérica.
- Ya te lo he explicado- Respondió con total tranquilidad la mujer.- Como ves, las reglas son muy sencillas.
- Pero... ¿Qué plazo... ? ¿Hasta cuando tengo para solucionar mi problema?
- Eso se verá a medida que pase el tiempo, las sesiones... Si vemos que necesitas demasiadas, que no tienes solución, el libro terminará sin ti. Tú tranquila, preocúpate sólo por solucionar tu situación. Porque es lo que quieres ¿no? Por algo has llegado hasta aquí.
- Yo llegué aquí por casualidad, porque me incitó curiosidad el nombre, sin más. ¡Yo no he buscado esto en ningún momento!
- Ninguno de nuestros clientes viene aquí a sabiendas de lo que van a encontrarse. Vienen por intuición, algo les atrae hasta aquí.
- Pero tú has dicho que sólo los que desean cambiar su situación llegan aquí... entonces nadie muere ¿no?
- Sí, pero no muchos. Hay una minoría que cree querer cambiar, pero en el fondo les agrada su situación y el cambio les asusta, les deja indefensos.
- Pero temer a los cambios es normal.
- Shh. Tú tranquila. Si pones de tu parte, lo conseguirás. Estás en manos de los mejores especialistas. Es hora de comenzar a hablar en serio. ¿Comenzamos?
Asentí con la cabeza, temiendo por lo que me esperaba a partir de ese momento, pero con una confianza ciega en aquellas personas. ¿De veras podrían ayudarme a olvidar, a empezar de nuevo... ?











5 cafés:

Anónimo dijo...

Hola Adriana,soy Omar "el perdido"no se si sabras quien soy pero soy el chico que busca sus metas en paises lejanos...Bueno solo decirte que me sorprende tu talento,sigue plasmando esa imaginacion tan bonita que tienes en papel y con ganas reales de llegar lejos lograras lo que te propongas,un beso y espero leer pronto la segunda parte de tu "obrilla".besos OMAR

Adriana Bañares dijo...

Sí, ya sé quién eres... Tus conversaciones acerca de tus experiencias por oriente próximo me sirvieron de gran ayuda para realizar mi trabajo de antropología social y cultural.
Muchas gracias por tus palabras, pero no creo que tenga tanto talento; sólo soy una aficionada con mucha imaginación. Bonita o no, aquí va el tercer capítulo de La Soledad del Café.
Un beso, Adriana.

Anónimo dijo...

Buenas, Adriana:
Soy Marco, de filosofia.
Te dije que leería tu obra y aquí estoy en ello.
De momento sólo he leido los dos primeros capítulos, y todavía tendré que leermelos un par de veces más para poder sacarles todo su jugo y significado, pero por ahora lo que he leido me ha gustado. Jamás digas que no tienes talento porque eso es una mentira.
Seguiré dejando comentarios en algunos capítulos, porque creo que tu obra tiene una crítica muy positiva; sin ir más lejos, eres una de las pocas personas que conozco que escribe sobre un mundo interior sin bucolismos y sin ñoñerías.

Ánimo que esto va por muy buen camino

Anónimo dijo...

Hola Adriana, he leido uno de los capítulos de tu blog y me ha entusiasmado la idea que tener y mantener uno. hace tiempo que estoy herido, con esas heridad que tardan mucho en sanar y encontrar tu blog es a veces como el lugar donde queremos llegar después de tanto caminar. donde llegas te sientas al lado de un desconocido y le cuentas tu vida como un rio cuando se desborda. tengo poemas que han sido como hijos de esa desgracia. sé que tu género es otro pero a lo me mejor te animarías a leerlos, aunque no sean todos pero sí algunos. Esperaré a que respondas.
y una última cosa para este comentario...si sus ojos fueran un puerto anclaría aunque fuera por un minuto, mi barca en ellos.

Adriana Bañares dijo...

He leído hoy tu comentario... Espero que recibas esto y puedas ponerte en contacto conmigo, porque estaría encantada de leer tu poesía.

Un abrazo muy fuerte

awixumayita@hotmail.com