Excusas
Volví a casa y, como el día anterior, tampoco me apetecía estar allí, así que llamé a mis amigas para quedar con ellas e ir a comer a un chino.
- ¿Y qué os contáis? ¿Alguna novedad?- Les pregunté mientras cogía los palillos con poca afición.
- Pues nada, igual que ayer.- Dijo Dafne.
- Y tú, desgraciada, ¿Dónde te metes por las mañanas? ¡Que quedamos en ir a las piscinas y tú estás desaparecida!- Me recriminó Carol con alegría.
- Ah. Nada... Es que voy a un psicólogo.- Aún, a día de hoy, me sigo preguntando por qué dije nada.
- ¿A un psicólogo? ¿Tú?- Me preguntó extrañada Carol.
- Sí, bueno... Es que necesitaba ordenar un poco la cabeza y esas cosas.
- ¿Y te va bien?- Me preguntó Lucía.
- Bueno, no sé... Es que sólo llevo dos días.
- ¿Cómo se llama? Igual es la hija de puta que me trató a mí.
- No, Carol, no, no... No es una hija puta, ni un hijo puta... Son varios especialistas.
- ¿Varios?- Me preguntó extrañada.- Pero eso te tiene que costar un montón.
- No, en realidad es gratis.
- Tía, ¿no estarás metida en alguna secta?- Me preguntó Dafne totalmente alarmada.
- Que no tía, que no. Es que tampoco son psicólogos... Más que con la psicología, el rollo que lleva esa gente tiene que ver con la filosofía. Todo aquello de Freud, lo del inconsciente... ¿me seguís?
Creo que cuando oyeron Freud se perdieron del todo. Ok, perfecto.
- ¿Vas a clases de filosofía?- Me preguntó Lucía.- Pero si has aprobado con notable.
- Es un grupo de licenciados en filosofía que ha propuesto un taller de literatura para jóvenes. Creí que me iba a venir bien para escribir mi próxima historia y me apunté.- No sé ni cómo llegué a inventarme tal paranoia... Menos mal que funcionó.
- ¡Ah! Coño, a ver empezado por ahí.- Me dijo Carol.
- ¿Y va algún tío que esté potente?- Me preguntó Dafne.
- Sí, pero no os hagáis ilusiones, chicas. Se llama Óliver y es gay.
A la mañana siguiente volví al bar de Óliver, algo que ya se había convertido en una costumbre para mí, aunque ya llevaba dos días sin desayunar.
- ¿Un café solo?- Me preguntó, nada más verme, desde la barra.
Le sonreí y me senté en la barra.
- Aquí tienes.- Me dijo depositando la taza ante mí.
- ¡Por fin!- Dije feliz mientras sorbía con gusto aquel sabroso café. – A ver qué cuentan hoy esta gente...
- Hoy, como ya es el tercer día que vas, tal vez te tengan allí más tiempo. Y recuerda lo que te dije ¿vale? Cuanto más te abras, cuanto más profunda seas, mucho mejor. Todo saldrá bien.
- Eso espero.
lunes, noviembre 27, 2006
Capítulo 7: Excusas
Escrito por Adriana Bañares en 6:39 p. m.
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2 cafés:
ala, pon un par de capitulos mas que ya me he ventilado los 7 1ºs en nada ^^. que lejos se me hace aquel dia sentados en el san miguel cuando me contaste que te iban a publicar un libro, nunca me imagine que terminaria leyendolo en un blog ;). Pues eso, que pongas otro que a mi cuando me gusta un libro me lo leo en nada, y eso de que me corten a mitad de algo que me gusta... pues... prefiero que no xD
Muchas gracias! ya va a hacer un año de aquella noche de noviembre en el San Miguel, y ahora me acaban de publicarme Naftalina en la revista literaria Fábula... Me alegro muchísimo de que te esté gustando, y como a mí tampoco me gusta que me dejen a medias, aquí te dejo el 8º capítulo.
Un beso, Adriana.
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