martes, noviembre 28, 2006

Capítulo 12: Sus Ojos

Sus ojos


Aquella noche yo estaba un poco desorientada. No tenía muchas ganas de juerga, aunque sabía que si me tomaba algo fuerte, como un delicioso combinado de vodka y lima, todo marcharía bien.
Entramos a un bar cuya música de fondo se correspondía al movimiento punk-rock de la España de los ochenta, y cuyos clientes presentaban una estética punk basada en gomina, botas militares y olor a marihuana. Dafne y yo éramos, supongo, para los demás, dos chicas muy raras. No vestíamos como los punkarras, ni tan pijas como las amantes del reggaetón. Simplemente teníamos estilo. Yo podía salir tranquilamente una noche con una falda hippie comprada en cualquier puesto hippie de cualquier fiesta; y una camiseta de tirantes que Zara se empeñó en colocar en la zona de lencería.
Dafne solía comprarse ropa en el mercadillo, pero vestía con tanta clase que nadie se percataba de ello.
A pesar de nuestra forma de vestir, optábamos por ir a bares canallas en los que la letra de sus canciones reivindicaban una y otra vez la legalización de la marihuana y un mundo anárquico. Dafne y yo nos considerábamos seguidoras del anarquismo, pero no del suicidio lento y absurdo.
En la barra, solitario, estaba apoyado un chico moreno, alto, muy atractivo. Le pillé mirándome varias veces pero no quise acercarme a él, temiendo que fuera uno de esos repugnantes tipos que van solos a los bares para mirar a las chicas.
Me avergoncé de mí misma cuando se le acercó un grupo de chicos y chicas que comenzaron a hablar con él de modo amistoso. Él me volvió a mirar, y yo le devolví la mirada con una sonrisa. Atrevida, me acerqué a él y le pregunté su nombre. Nico.
Le dije que me aburría y él me sonrió, me dio la mano y se dirigió hacia la puerta del bar. Me di la vuelta para avisar a Dafne, pero ella estaba bastante ocupada con su ex, de cuya presencia no me percaté hasta entonces.
Él me sujetaba fuerte la mano y caminaba muy deprisa, delante de mí. De vez en cuando se giraba y me sonreía. Me recordaba a un niño eufórico por enseñar su juguete nuevo, o tal vez un secreto. Yo iba un poco borracha y, de vez en cuando, soltaba una risita sin sentido. A él, esto, le resultaba simpático. Tras correr por una calle muy oscura, de esas que mi madre siempre me advirtió de niña, corriendo, llegamos a un portal bastante iluminado. Él me apoyó con fuerza contra la puerta y me levantó el brazo derecho. Comenzó a besarlo. Besos cortos y suaves. Bajó hacia el cuello y sentí alarmada cómo intentaba absorber. Le aparté bruscamente y le dije muy seria que nada de chupones.
- ¿Por qué?- Preguntó extrañado.
- Son tan... Es algo tan arcaico y machista. Es como poner una marca que diga: no tocar, tiene dueño. Además, no aportan nada. Si me quieres hacer una marca, muérdeme, que eso, por lo menos, me hará sentir algo.
Puso cara de interrogación y luego añadió:
- Ok, pequeña feminista. Nada de chupones.
Dicho esto me agarró de la cintura y me acercó a él. No me miró, sólo me besó. Mejor. ¿Feminista? Ya me lo habían llamado esa semana. Feminista, feminista... Me lo iba repitiendo en mi cabeza mientras besaba al chaval. Feminista. Me gustaba.
De pronto noté su mano deslizándose por mi pierna, metiéndose bajó mi falda, apretándome el muslo. Me aparté de sus labios y eché la cabeza hacia atrás. Él me besó, de nuevo, en el cuello. Algo que parecía tan simple pero que, con gran diferencia, hacía mejor que los anteriores.
Se apartó, me apartó de la puerta y abrió. Era su portal. Sabía que si subía me iba a portar como una niña mala, pero estaba demasiado excitada como para negarme.
Una vez en el ascensor, Nico me quitó la camiseta con ansiedad y me desabrochó el sujetador con violencia. Me agarró un pecho y comenzó a masajearlo levemente. Luego comenzó a lamer mi pezón. Y, de pronto, clin, se abrió el ascensor. Me fijé en el número. Seis. Curiosamente era el sexto piso. Yo iba desnuda de cintura para arriba y suspiré aliviada porque no había nadie por allí.
Abrió la puerta y, otra vez, me cogió de la mano, me sonrió y me llevó corriendo a una habitación. Me cogió y me tiró sobre la cama. Yo comencé a reírme y él se quitó la camiseta a toda prisa. Se tumbó en la cama conmigo y me sonrió mirándome a los ojos. Mal. Me quitó los tacones y las medias. Observó mis piernas y besó mis rodillas. Yo no paraba de reírme. Finalmente, me quitó la falda y observó con detenimiento mi tanga negro que, a continuación, me quitó con la boca. Yo me puse de rodillas y le desabroche ansiosa el pantalón. Metí la mano por el sleep y la note tan dura, tan grande...
Me agarró de la cintura, se sentó y me sentó sobre sus rodillas. Acarició mi sexo suavemente y, después, me introdujo un dedo. Sus movimientos, coordinados con los míos, eran perfectos, y me produjeron un placer intenso, que se acentuó cuando besó mi pecho, lamió mis pezones.
Yo se la agarré con cuidado pero con firmeza y comencé a mover la mano lentamente hacia arriba y hacia abajo. A medida que él me proporcionaba más placer con sus dedos, yo aceleraba el movimiento de mi mano.
Nos miramos a los ojos un momento. Era guapísimo y me miraba con deseo. Pero algo fallaba. Esa mirada, sus ojos... Inclinó la cabeza y me besó. Me besó muchísimo mejor que las veces anteriores. Mejor que cualquier otro.
- Debe ser tardísimo.- Le dije. Después me levanté y fui
en busca de mi ropa, que me puse aceleradamente una vez la tuve a mi alcance.
- ¿Ya te vas?- Me preguntó con una voz que expresaba desilusión.
- Sí. Mañana debo madrugar.- Terminé de ponerme la camiseta
y me dispuse a arreglarme medianamente el pelo frente al espejo de la pared, que se encontraba entre un póster de Curt Cobain y una estantería repleta de cd’s.- Es raro que haya un espejo en la habitación de un tío.
Este comentario debió pillarle de sorpresa, porque intentó decir algo y se calló. De pronto, me sentí mal por haberle dejado tan cortado.
Me puse los zapatos y me dirigí a la puerta.
- ¿Mañana irás al Praxis?- Ese era el bar donde nos encontramos.
- Sí, supongo.- Le dije seria. Tal vez demasiado.
- Yo también. Allí nos veremos.
- ¡No digas eso!
- ¿Por qué?
- Porque yo no quiero volverte a ver.
Caminé deprisa por el pasillo, llegué a la puerta de salida y la cerré tras de mí. Me metí en el ascensor, apoyé mi espalda contra el espejo, porque no me apetecía verme con el rímel corrido, y comencé a llorar.
Salí a la calle preguntándome por qué lo había visto en sus ojos. Se suponía que no sentía nada por él, que tras la humillación sentimental y después de haberme enrollado con su amigo, ya no significaba nada para mí. Y, sin embargo, lo vi en los ojos de Nico.

2 cafés:

Anónimo dijo...

q explícito, no?? jajaj y parecías tontita knd t cambié x el botijo xD
a ver, querías un comentario + profundo: escribes muy bien, es interesante, bien estructurado (xD, comentario de lengua! cómo los odiaba!) y describes muy bien las situaciones, pensamientos y emociones (en este caso, lo dixo, muy explícitamnt! jajaja)
weno nena, next en knt vuelvas d filosofar!!
bxitsss!!
PauLa! tu súper-fan! =)

Adriana Bañares dijo...

y porque no has leído Nueces y Miel o El movimiento de la lagartija, con felaciones y experiencias lésbicas incluidas... jaja