En busca de inspiración
Harta de seguir viviendo una vida tan desastrosa donde cada día me hundía más moralmente, donde nada me satisfacía, donde todo lo que quería se me escurría entre los dedos... ¡Uf! Un mundo que giraba, pero no a mi alrededor. Una vida y un destino que no se asociaban al gusto del consumidor. Harta de todas estas cosas, y alguna más que me dejo en el tintero, decidí arreglarme los motores del subconsciente e ir a un psiquiatra. Tal vez, que no lo recuerdo, decidí ir a un psicólogo, pero pensé que no me ayudaría. Después de todo, un psicólogo es una persona más en este mundo, con capacidad de escuchar y dar consejos, y como leí en algún libro de citas: “Un consejo puede cambiar una vida”, y yo no estaba para gaitas, que con la suerte que iba teniendo, ya me veía con una vida aún peor. Y más vale malo conocido... bueno no... yo sí que quiero algo bueno, algo bueno que me quiera conocer. O que se deje conocer.Pero el psiquiatra no es más que otro ente con estudios de medicina, nada más. Yo tampoco quería algo así.Y lo que yo ansiaba tampoco tenía nada que ver con lo espiritual; que puede que se me vaya la pinza, pero no hasta el extremo de volverme tonta y creerme ciertas ideologías sectarias. Pensé que salir con mis amigas me ayudaría a evadirme de los problemas, a salir a flote y poder divertirme, aunque también deseaba que ellas me ayudaran como en su día hice yo con ellas. Recuerdo esos días cuando yo no estaba tan mal y me dignaba a guardarme los problemas por dentro, que venía Lucía llorando a mi casa contándome sus movidas acerca del amor y otras utopías. O con Carol, que decía que yo conseguía ayudarla mucho más que la pánfila de su psicóloga, aquella que le cobraba cincuenta euros la hora por complicarle más la vida.Pero ellas no conseguían ayudarme. Y tal vez tenga yo parte de culpa, empeñada en esconder lo que siento, fingir que me pasa nada cuando vuelvo a la realidad y no abrirme demasiado porque no creo que se pueda confiar plenamente en alguien, que siempre te acaban dando una puñalada trapera.La gente me odiaba sin tener razones convincentes. La gente me veía como una amenaza. ¡Y no sé por qué!Sólo mis amigas, las de verdad, me habían confesado estar orgullosas de mí. Que el tiempo me había cambiado a mejor, me había hecho más fuerte, más segura... y que tenía empatía, que tenía el don de saber ponerme en el lugar de las personas y que por eso, sólo por eso, tenía las amigas que tenía. No, si al final iba a resultar que me había convertido en la ayudante emocional de mis amigas y yo seguía en las mismas; encerrada en mi subconsciente, con unos monstruos con los que ya estaba empezando a acostumbrarme a vivir.Harta de seguir viviendo una vida tan desastrosa donde cada día me hundía más moralmente, donde nada me satisfacía, donde todo lo que quería se me escurría entre los dedos... harta de todo eso, y alguna cosa más que me dejo en el tintero, decidí salir en busca de inspiración para escribir una historia sorprendente.
3 cafés:
hola nenaaaa, k decirtek no sepas, cada dia me sorprendo mas con las cosas k escribes. tienes un don y no debes permitir no exprimirlo al maximo. con cada uno de tus cuentos nos permitees disfrutar con una amena lectura y la avez conseguir conocerte un pokito mas. sigue deleitandonos con tu escritura. muchisimos besos, te kero muchoooooo, digoo, perdon, te kero miiiiiil, jajja. enga, unbesazo preciosa.
Más capítulos,más capítulos!!!!Necesitamos más capítulos.
La verdad es que no está mal que de vez en cuando te "toque" hacer de psicóloga con tus amigas.Te ayuda a entender más o menos tus propios problemas.Creo k inconscientemente cuando lo haces buscas un consuelo para ti misma.
Pero bueno,no pasa nada por escuchar y hablar,no?
Nada más,wapetona.Muchos besitos
Me gustó mucho de verdad..
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